Un sueño frustrado: I Parte

Crónica sobre lo oculto en los batallones del país y que también sucede en otras latitudes.

Fotos: archivo particular

Por: Johan Cárdenas, periodista Buque de Papel, Bogotá

Vestir de Camuflado, cargar un fusil, combatir a los grupos insurgentes del país, y hacer parte de una de las tropas con mayor actividad y reconocimiento en el mundo, era el sueño de Joan cuando ingreso al Ejército de Colombia.

Joan era un joven como cualquiera, que estaba validando su bachillerato en la noche y trabajaba de día, para ayudar en su casa y a su familia.

Hasta el día en que, como gran parte de los jóvenes colombianos, fue reclutado por el Ejército. Joan siempre había tenido la idea de hacer parte de esta institución armada, de vivir ese mundo, que algunas personas sólo conocen por relatos, y que tal vez por eso se vuelve algo misterioso.

Joan quería ser un soldado y conocer la disciplina del Ejército, así que no vio el reclutamiento como un castigo sino como una oportunidad de cumplir su sueño.

Dejó sus estudios y se enlistó. Su mamá y su tía vieron con buenos ojos esta partida del único hijo varón de la casa, debido a que tenían buenas referencias de esta institución.

Todo empezó con normalidad, hasta que pasadas un par de semanas, el Ejército decidió trasladar a Joan a una de las denominadas zonas rojas del país, San José del Guaviare, una de las regiones más peligrosas de Colombia, en donde las fuerzas del Estado y la guerrilla luchan por el control del territorio.

Las primeras semanas Joan hablaba constantemente con su familia en Bogotá, pero un día dejo de comunicarse con ellos. Su mamá empezó a angustiarse, y llamar insistentemente, pero el joven no respondía las llamadas. Hasta que una de sus comunicaciones tuvo la ansiada respuesta, pero no era precisamente de su hijo. Era un comandante militar que tenia bajo su mando a Joan, y llamó para informarle a la familia que el joven había sufrido un accidente, mientras realizaba labores de limpieza en los baños de la guarnición militar y debido a esto tuvo que ser aislado de sus compañeros.

Fotos: archivo particular

El Cabo Pedro Ramírez, quien se comunico en primera instancia con la familia, alternaba mensajes de tranquilidad, afirmando que el muchacho se encontraba bien, con preguntas extrañas, tales como si Joan había sufrido enfermedades mentales con anterioridad, o sí en la familia había antecedentes de estas mismas.

La familia al ver que la situación no mejoraba, y por medio de algunos contactos, lograron que a Joan lo trasladaran a un hospital de Villavicencio, en donde su madre, con los medios económicos limitados, hizo el esfuerzo de ir a visitarlo.

La angustiada madre se llevó una gran sorpresa al llegar al hospital donde tenían a su hijo, y lo encontró en una camilla, sin demasiada atención médica, ni siquiera con alguna bata, característica de alguien que está interno en un centro hospitalario. Con grandes moretones en el cuerpo y sin un poder del habla fluido para poderle expresar a su progenitora lo que estaba padeciendo, este héroe de la patria, permanecía allí sin cuidado, pero bajo gran recelo militar.

La situación del joven era preocupante, no podía hablar, y lo poco que lograba pronunciar no parecía muy coherente, las heridas que presentaba no eran de alguien que hubiese sufrido una caída en el baño. La madre indagó sobre estas preocupantes heridas que tenía su hijo, a lo que los militares respondieron con otra versión.

Cuando la madre de Joan empezó a indagar más, el mismo comandante que días atrás, afirmaba que se había caído en el baño realizando labores de aseo, ahora decía que el muchacho se había caído del catre (cama), y por esa razón tenía las múltiples lesiones en su cuerpo.

Pero a la mamá no la convenció ninguna de estas dos versiones que le parecían bastante extrañas y contradictorias. Así que decidió emprender una labor heroica, para descubrir lo que su corazón de madre la obligaba a investigar.

(((Espere la ampliación de esta historia la próxima semana)))

Fotos: archivo particular