Medea renace en el Teatro Colón
Obra integral que combina danza, canto y actuación para recrear el mito griego del amor y de los límites que se pueden romper.

Foto: Nicolás Caballero Arenas y @b.zul.a
Por: Buque de Papel, Bogotá. Info y material: prensa Centro Nacional de las Artes
El año pasado, 2024, fue especial para Medea: funciones agotadas en la Sala Fanny Mikey. Y ante la potencia del montaje y la petición del público regresa con una nueva temporada que se extiende hasta el 27 de julio, con funciones de jueves a domingo en el Colón de Bogotá.
La propuesta, convertida en un ballet contemporáneo y teatro físico, parte del mito griego de Medea, pero lo reescribe desde una mirada física, poética y profundamente emocional. En escena, la palabra se encarna en la carne, la danza reemplaza al texto y se convierte en territorio simbólico y real. La obra se sumerge, y con ella, el espectador. “Lo que pasa en Medea es que el piso se rompe. Es como cuando se te rompe la vida. La tierra se abre y ella cae. Y uno no sabe si va a renacer o si ahí termina todo”, dice su director, Jimmy Rangel.
El universo estético y sensorial de Rangel —que investiga los límites entre la danza, el teatro y el ritual— encuentra en esta obra una de sus apuestas más radicales. “Mi idea con esta pieza era entender a mi mamá. Y terminé entendiendo algo del amor. El amor como eso que no tiene límite, que puede destruirte y liberarte al mismo tiempo”, confiesa.
En su versión, Medea no es sólo la figura clásica de la mujer que mata a sus hijos, sino la imagen infinita de la madre, del amor que se transforma en abismo. Por eso, como lo explica Rangel, los intérpretes no tienen cejas: “El espectador pone el gesto. Nosotros entregamos el cuerpo y el vacío”.
Ese cuerpo lo encarna Juana del Río, en una de sus interpretaciones más complejas y viscerales. “Este personaje me habla desde un lugar profundo. Es el que más me ha transformado. Porque Medea, antes que traicionar a otros, se traiciona a sí misma. Y para intentar recuperar el control de su narrativa, destruye todo”, afirma. Para la actriz, los hijos son también símbolo del apego, de la norma, de lo que se espera de una mujer o una madre. Y la obra, en ese sentido, se convierte en un viaje hacia lo más oscuro de uno mismo. “Creo que todos tenemos dentro algo que no queremos ver. Y Medea te obliga a mirarlo a los ojos”, dice.
La puesta en escena suma danza, teatro, canto lírico, iluminación precisa y escenografía en constante mutación. Cuatro monólogos llevan la voz de Medea, mientras un coro de cantantes la acompaña, la contradice o la sostiene. “Yo estoy ahí, pero también están los bailarines, las cantantes, la imagen, la música. Y entre todos contamos esta historia desde nuestras disciplinas. Es un montaje que no se puede reducir a una verdad única”, dice Juana. Para ella, esta nueva temporada en el Teatro Colón es un salto: “Estar en el Colón es un sueño. Es un escenario que impone, que transforma”. Sobre esta segunda versión, menciona, “sé que la obra será otra. Igual de honesta, igual de brutal, pero otra”.

Foto: Marco Roa
La música
Además del virtuosismo físico, esta obra se sostiene sobre una propuesta sonora poderosa y en vivo, a cargo de Juanita Delgado Jaramillo y Gina Savino, quienes no solo cantan, sino que interpretan, encarnan y habitan la escena.
En ese sentido, la puesta en escena propone una experiencia total: imagen, movimiento, sonido, iluminación, cuerpo. Un coro de voces femeninas lo inunda todo mientras la figura de Medea se desdobla en intérpretes que habitan sus heridas.
Medea en el Colón no es solo una obra de teatro. Es un grito sin palabras. Es una herida que canta. Es una mujer que cae para liberarse. Y es, sobre todo, una experiencia escénica que se mueve entre el arte contemporáneo, la mitología y la verdad más íntima del cuerpo.
“Esta obra habla de lo que no queremos ver. De lo que nos avergüenza y de lo que nos hace grandes”, concluye Juana.

Foto: Marco Roa
