El claro amanecer de un horizonte espeso

Tercera entrega desde Asia.

Foto: un elefante bebe en la zona de la selva donde se realizan los paseos. Chiang Mai-Tailandia. R enzo Opromolla. El Buque de Papel.

Por: Renzo Opromolla , c orresponsal itinerante , Buque de Papel , e ntre Tailandia y Laos

Alejándonos de la recóndita aldea, acompañados por los frescos rayos de un sol apenas recobrado, consumamos una sentida reverencia hacia tan magnífico santuario. El trayecto ya había sido retomado, los pasos nos espoleaban a más.

En esas ultimas horas de aventura al norte de Tailandia vivimos cosas que solo creíamos existen en la televisión o el cine. Terminamos de recorrer su selva. Navegamos por un río adyacente sobre una balsa hecha de seis anchas cañas de bambú atadas con una goma, superamos la verticalidad del mediodía atravesando un campo de bananos, y hasta nos pusimos el taparrabo de Tarzán para vagar, con aires de realeza, sobre el lomo de los elefantes. La preciosa jornada había vaciado en nosotros lo más hondo de sus bolsillos.

Algunas horas después nos encontramos en el hotel preparándonos para una nueva etapa: la original ruta de entrada al milenario Reino del Millón de Elefantes. Para dejar Tailandia e introducirnos en la realidad de un ahora apaciguado Laos, elegimos embarcar el milenario cauce del río Mekong.

Presentamos nuestras visas en la frontera y no derrochamos minuto alguno en cruzar la gran puerta hacia Indochina. Del otro lado del río cumplimos con los sellados y trámites inmigratorios, nos arrimamos hasta el atracadero y subimos a la humilde lancha junto a un gran número de viajeros.

Foto: un grupo de aldeanos en canoa sobre el Mekong-Laos. Renzo Opromolla. Buque de Papel.

Este tipo de embarcaciones recibe el nombre de Luang Say, y sus comodidades, contemplando que el recorrido a realizar es de dos días, van de insuficientes a absurdas. Incluso algunos comerciantes ambulantes que conocen cómo se viaja en estos lanchones, se acercan a los neo-navegantes ofreciéndoles almohadones para colocar entre el duro asiento de las difíciles banquetas de madera y sus ingenuas posaderas.

Así también nos ubicamos nosotros. Intentamos encontrar a lo sumo una posición a adoptar con la cual permanecer por algunos minutos cómodos, pero sin resultado alguno; sólo nos volvía al recuerdo la imagen de aquellos astutos vendedores y sus corroboradas bien conducidas observaciones. - Eran tan económicos los cojincitos…- Lamentábamos.

Después del primer día de viaje hicimos parada obligatoria en Pakbeng: una aldea que converge en el río, donde se recibe a los navegantes para ofrecerles una cama y algo de comida. La ciudad-estación tiene un ritmo de vida extraño. Recibe a sus huéspedes al atardecer y los despide por la mañana. Y así día tras día, semana tras semana, año tras año.

Foto: un abultado grupo de viajeros por iniciar el recorrido de dos días en el Mekong hacia Luang Prabang. R enzo Opromolla. Buque de Papel.

El inaccesible suministro de energía eléctrica, dificultad que sufren casi todos los asentamientos rurales en Laos, hizo que las luces producidas por generadores a nafta se apaguen a las diez de la noche, dejando a todos a tientas. Las estrellas de un cielo entre morros adquieren allí dimensiones inauditas. El silencio se impone, y el tiempo aparece estático.

Continuando con lo previsto en el momento del embarque, seguimos al día siguiente esperando llegar a Luang Prabang por la tarde. El viaje sobre el ancestral Mekong nos volvió a ofrendar paisajes contrastantes que emergen de las aguas amarronadas. Las aldeas al costado del río, los pescadores avanzando sobre la orilla; las canoas, la brisa liviana y las piedras que interrumpen la prolijidad de la cuenca.

Los niños que juegan desnudos sobre los márgenes de la corriente, y las lavanderas que bajan con baldes desde sus encumbrados ranchos en busca de un agua que les fue confiada. Todo se mueve en Laos en torno a una vida regida por la agricultura de subsistencia en un clima tropical.

El contraste sorprende y enamora en este país que apenas hace una década ha abierto sus puertas al turismo, invitando a todos de forma amigable y sincera a descubrir sus formas, su cultura y la belleza de su geografía.

F oto: u n joven Laosiano sobre el techo de una Luang Say( lancha laosiana). Renzo Opromolla. Buque de Papel.