Cuando un viaje enseña otros
Nos llega telegrama desde algún punto de Oceanía. Comienzan los recorridos de nuestro corresponsal.

Foto: Renzo Opromolla
Por: Renzo Opromolla
Corresponsal El Buque de Papel
Nueva Zelanda, Malasia , Buenos Aires o cualquier parte
Así como el veintidós de agosto del pasado año decidimos embarcarnos hacia un desacostumbrado Nueva Zelanda en búsqueda de nuevos aprendizajes y de experiencias imponentes, corroboramos allí, en el transcurso de las semanas, un nuevo mecanismo de viaje (o quizás de eterno peregrinaje) dentro del cuál los jóvenes y no tan jóvenes viajeros satisfacen ese impulso interno por conocer cada arista de nuestro planeta azul.
Desprovistos de orientaciones claras sobre nuestro país destino fuimos construyendo saberes en el propio andar. Recorrimos sus veredas, atendimos su funcionamiento social y a fuerza de necesidad, nos infiltramos en su sistema colectivo. Los objetivos trazados al inicio, ideados con una bien aceitada dirección hidráulica, nos garantizaban la posibilidad de virajes súbitos que enriquecieran y ampliaran las vagas ideas iniciales. Los conocimientos prácticos que cada uno había aquilatado en experiencias anteriores, como así también las distintas modalidades complementadas, funcionaban como una generosa mesa redonda precedida por la buena intención, de la que todos nos servíamos.
Acomodarse a las reglas de juego de aquel país requirió de nosotros una cuota de tiempo y una ascendente interiorización, ya que fue con la cotidiana interacción como fuimos develando los mejores trucos y movidas.
En ese lapso comencé a cerciorar positivamente la existencia de un modus-viator que sumerge a distintos transeúntes en una arbitraria ruta nómada. La variedad de individuos sumergidos en esta corriente de ideas arroja por consiguiente un sinfín de ciudades destino. Todo territorio plausible de ser visitado es factible de convertirse en domicilio temporal. La idea es dejar caer el dedo índice sobre el globo terráqueo y si lo que descubres no es agua, has conseguido el dominio. Luego se define la fecha de partida del actual país y se estipula el tiempo de permanencia en la nueva patria.
Ésta incansable práctica, esencialmente nómada, ha evolucionado instaurándose con nuevos tintes modernos. Ahora bien, sin caer en un nomadismo perpetuo, vemos que existen posiciones intermedias, en las cuales la migración no es constante ni los destinos inagotables.
Se trata de aquellos viajes que debido a su duración y a algunas condiciones favorables, nos impulsan a realizar, una vez iniciado aquel, algún otro viaje intrínseco. Así, si tomamos por ejemplo que elegimos establecernos en Australia por un período de seis meses, que llegamos, nos acomodamos, e iniciamos las actividades previstas, descubrimos casi inmediatamente que nos encontramos efectivamente cerca del sudeste Asiático, de Indonesia, , Samoa, Tonga y Nueva Zelanda.
Notamos asimismo que las actividades que nos impulsaron a establecernos temporalmente en Sydney (estudio, pasantías, posgrados, trabajo, etc.) habilitaban tiempo de ocio o quizás algún período de vacaciones que intentaríamos aprovechar para hacernos una escapada hasta alguno de aquellos exóticos países.
Por todo esto, aquel viaje inicial que anticipaba una gran experiencia, se ve redoblado por el estimulo surgente de la posibilidad de conocer y ampliar un poco más la visión sobre este inmensamente diverso mundo en el que vivimos. Y de esta forma, se da origen a un particular y sumamente provechoso modo de viaje; diferente del mero, y puramente placentero, recorrido turístico.
Más exigente, activo e intenso, permite conservar el fundante punto de partida, que en la interminable marcha migratoria comienza irremediablemente a desvanecerse.