El Buque de Papel atraca en Nueva Zelanda
Viajar para comprobar es la consigna de nuestro corresponsal. Inicio.

Por: Renzo Opromolla , El Buque de Papel , Tauranga , Nueva Zelanda
La fuerza emprendedora que vibra en el interior de todo joven me trae esta vez a la tierra distante de un país de película. Cuna de un conjunto de tradiciones culturales tan diversas como originales y valiosas, Nueva Zelanda nos muestra la otra cara de su comercializada imagen.
Llegamos colmados de expectativas. Atracamos convencidos de la rareza de un país con raíces maoríes. Buscamos lo diferente, lo autóctono y lo folklórico. Encontramos: una ex -colonia británica que aun hoy, sesenta años después de que su parlamento reconociera la independencia cedida por el Reino Unido, sigue formando parte de la Commonwealth. El país reconoce a la Reina Isabel II de Inglaterra como Reina de Nueva Zelanda y jefe de Estado del país. De todas maneras, su primer ministro es la laborista local Helen Clark, quien gobierna en una coalición con otros cuatro partidos.
Descubrimos en estos primeros encuentros que los “kiwis”, apodo que identifica a los nativos neozelandeses, poseen en su mayoría características anglosajonas en su forma de actuar y conducirse en su vida diaria. La fuerte influencia sufrida durante un extenso período de dependencia política y económica con Inglaterra funciona como una lógica explicación a la fuerte presencia de estilos occidentales de arquitectura, de organización social, política y religiosa.

El fenómeno de la globalización corre como un nutriente capital por las arterias de un país primermundista. Los hábitos alimenticios no disienten demasiado de la oferta que podemos encontrar en Latinoamérica. Todo se ajusta con exactitud con un modelo de país ideado por gobiernos Norteamericanos y soberbios, donde los pueblos a moldear no supieron sostener, con las convicciones necesarias, su patria, su identidad natural. De la misma manera sucede en esta ex colonia, donde las influencias externas han logrado construir simientes firmes y duraderas que, sin quizás buscarlo, terminaron desplazando las prácticas culturales autóctonas.
Como una sociedad en otro tiempo, la vida en este país transcurre sin apuros ni contratiempos. Todo parece perfectamente medido para que los imprevistos devengan parte de lo esperable y así, hasta lo más espontaneo y diferente de cada día, deja escapar un poco de esa vitalidad que lo ignorado produce. Los comercios toman su tiempo en despertar por las cálidas mañanas de verano. Los atardeceres se tumban solitarios después de que los locales eligen sus cómodos sofás de salón como espacio de descanso luego de un día de playa. Para los que trabajan los horarios se mantienen, exceptuando los restaurantes y algunos supermercados de después de hora. Las calles, para ese momento, ya cumplieron con su función y empiezan a despedirse de sus usuarios.

La belleza que las colinas y el Pacífico construyen juntos suele potenciarse con la ingenua presencia de algún velero oportuno que dejó caer sus anclas para mejorar el paisaje. El espacio, el tiempo y las perspectivas fortuitas invitan a disfrutar de momentos de tranquilidad, familia y distención.
Curioso no deja de resultarnos la sobre valoración que sobre cada ciudad o pueblo se hace, al encontrar por atracciones turísticas todo artefacto, paisaje o anécdota que pueda ser utilizada como punto de referencia para la publicidad. El desarrollo de una consciencia de turismo que fortalezca la imagen-país ha llevado en muchos casos a presentar como atractivo ciertos aspectos regionales que tranquilamente podrían pasar desapercibidos. La pretensión de localizar un punto seductor a lo largo y ancho del país puede llegar a generar ciertos desencantos, los cuales se desvanecerían con solo dejar sobre la mesa la acicalada plenitud de los paisajes que cautivan por sí solos.
“Aotearoa”, nombre que los maoríes, sus primeros colonos, decidieron darle a este paradisiaco par de islas (Nueva Zelanda) nos propone seguir en su misteriosa “ découverte ” , invitándonos a revalorizar lo hallado en nuestro desembarco. Las narraciones místicas y propagandísticas encuentran hoy un marco amplio y nutrido de contrastación: aquel que nuestros inquietos pies nos impulsen a descubrir en nuestro sucinto paso, por aquí.

*Ciudad neozelandesa ubicada a orillas del Océano Pacífico y al norte de la isla. Es una de las nueve urbes más grandes de Nueva Zelanda y cuenta con 109 mil habitantes. Polo turístico de la llamada Bahía de la Plenitud.