Cuando ser viejo está de moda
Una más de autos clásicos en pleno centro bogotano.
Por: Carlos Fernando Álvarez Camargo, director Buque de Papel , Bogotá
Un parqueadero del tradicional barrio de , en el centro de Bogotá se convierte el último domingo de cada mes, en el santuario de personajes como “El profe”, “Saleh”, “Pachito Tibaduisa”, o “el carranguero”, quienes son algunos de los sacerdotes en el ritual de la restauración de los autos clásicos en la ciudad.
Ellos, y sus feligreses, a quienes nos gustan los carros viejos, se reúnen en ese parqueadero para mostrar lo que tienen, conseguir lo que falta
Y es que el “hobby” de reparar a los viejitos clásicos o antiguos, como también se les conoce, va más allá del famoso programa gringo de por cable, “Overhaulin”. Esto de conseguir un carro de marcas tradicionales como Ford o Chevrolet, o menos conocidos y casi inexistentes, como el Packard, es una verdadera odisea; pero lo es más lograr los repuestos y todo el trabajo manual que requiere arreglar un pedazo de hierro vetusto y oxidado, en algo lujoso para alquilar en matrimonios, o para pasear los domingos por la sabana.
“Conseguir un Chevrolet Fleetmaster 1948, que eran los viejos taxis bogotanos, o un Ford de esos años es difícil. Más antiguos ya es imposible”, dice don Miguel, quien tiene un puesto de repuestos y cacharros para carros de diferentes marcas, en la feria del parqueadero.
El hombre, que vive en “El Triunfo”, un barrio popular arriba de , en el centro bogotano, tiene repuestos y un poco de chatarra en una casa-lote enorme. Allí, con su compañera, se queja que la feria no tiene promoción ni difusión.
“No hice ni lo del puesto. Cobran 25 mil pesos la mesa y 5 mil el derecho a estar allí. Y el transporte…No bajé bandera (no vendió)”, dijo don Miguel.
En la mesa del lado está Álvaro Forero, quien lleva dos años y medio en la feria y quién es demasiado joven para ser del gremio. No obstante tiene las cosas más curiosas. Boceles, limpiabrisas, carburadores, tapas de gasolina, prensas para despinchar neumáticos con fósforo, luces de autos extinguidos ya, como los Packard, y la joya de la corona, una luz de emergencia de carreteras giratoria y que funciona con pilas. “No la vendo por nada. Un día me asusté. Alguien me dijo que cuanto pedía y le dije que 250 mil pesos. El hombre casi me los da, pero me tocó echarme para atrás en el negocio”, afirmó.
Agregó que lo más difícil de conseguir son los repuestos y accesorios de marcas alemanas, como OPEL (me aterra que de Volkswagen, tampoco).
Entre tanto, “el costeño” –siempre hay uno- reconoce que los repuestos llegan de diversas fuentes, como desguasaderos, remates, o venta de lotes de chatarra. Entre sus “joyas”, tiene un emblema original de Desoto, en cobre.
En cuanto a lo de los precios de los repuestos la relatividad es la norma. “Hay repuestos que uno puede conseguir en cinco o seis mil pesos (3 dólares), pero hay otros que pueden llegar al medio millón (200 dólares)”, indicó el costeño.
Otro de los asistentes al ritual es don Jaime Acevedo, quien está adelantado en el tema de tener carros viejos y arreglarlos para alquilar en los matrimonios. Cuenta con un Packard 1940 y un Plymouth año 35, coupé, que no tiene nada que envidiarle a un deportivo de dos plazas de la actualidad.
“El que más se alquila es el Packard por lo elegante, pero ha sucedido que cuando la pareja ya lo tiene contratado y ve el Plymouth se arrepienten y piden el cambio. La razón es que despierta más complicidad e intimidad por su línea y diseño”, afirmó don Jaime.
El hombre, ya con años y canas, asegura que su hijo es quien lo acolita en el tema de arreglar los carros viejos y con él montó la empresa de alquiler para matrimonios.
Asegura que el gran adelanto en este tema de restaurar los carros viejitos lo dio –paradoja- Internet.
“Uno puede consultar dónde hay repuestos y de cualquier referencia, incluso para los envíos y embalajes. El tema ganó estatus porque un auto clásico reparado puede llegar a costar en sitios web especializados 50 mil euros o más, si es original”, aclaró. Por ejemplo, fue en la red que su hijo consiguió los diseños de la persiana y del emblema del capó del auto, que lleva 50 años en su poder y que recuerda al viejo barco inglés –el Plymouth- por el que se le dio nombre a la marca.
Ante la pregunta de si vende sus carros viejos lo piensa dos veces. “Es como vender un brazo, o un hijo. Ya tiene tantos años conmigo que ya hace parte de uno mismo”, recalca.