Adiós al gusano

Apartes del libro “Hechos con Radionet ”, donde el abatido guerrillero alias “mono jojoy” tuvo parte en la historia del periodismo colombiano.

Foto: archivo particular

Por: Carlos Fernando Álvarez, Buque de Papel, Bogotá

Los periodistas que cubrieron el fracasado proceso de paz del Caguán, en tiempos de Andrés Pastrana, se formaron una idea, un concepto de la personalidad de Jorge Briceño Suárez, o Víctor Julio Suárez, alias “mono jojoy”, abatido por las fuerzas militares.

Y es que, igual que el gusano al que debe su seudónimo (el jojoy), su capacidad destructiva de la naturaleza la llevaba impresa en su piel, en su mente, y en el hueco donde debió existir un alma que se pudrió y murió.

Como el jojoy perfora las hojas y destruye las plantas, Suárez llevó al extremo aquello que en mala hora acuñó el exdirigente comunista Gerardo Molina, lo de “todas las formas de lucha son válidas”, concepto devenido hoy en terrorismo.

Fueron invención de jojoy los cilindros bomba rellenos de metralla, ácido, brea, y hasta materia fecal, con el que las Farc destruyeron poblaciones enteras, mataron civiles, policías, niños y ancianos a lo largo y ancho de la geografía nacional entre mediados del noventa e inicio del dos mil. También hizo tanques con volquetas, lideró las tomas más cruentas a bases militares en el país, como Las Delicias, Patascoy, Mitú, Miraflores, donde murieron decenas de uniformados y perdieron la libertad centenares, de los que aún hoy, se pudren algunos en la selva. Pero también extendió esta sombra abominable, como el secuestro a políticos y civiles.

Las llamadas “pescas milagrosas”, que uno de sus bastardos, alias Romaña comenzó en 1997, en Monterredondo, camino a Villavicencio, sembraron el terror y el miedo de todos los que teníamos que andar carreteras. Alguna vez, el exministro Rudolf Hommes le respondió de mala manera a un periodista que le preguntó si él creía que el proceso de paz había fracasado en el Caguán, y le ripostó si el comunicador “podía salir de Ciudad Bolívar o Juan Rey con tranquilidad”.

Por eso presentamos dos apartes del libro Hechos con Radionet, donde se recogen los testimonios de los periodistas que lo cubrieron, o sufrieron en el Caguán, y quienes no dejaron de dudar que Suárez era como el gusanito de marras: un destructor. Finalmente murió como el gusano, escondido bajo tierra y aplastado literalmente, porque como dice el refrán: “quien a hierro mata, a hierro muere”.

Capítulo 18…

Los cambios, como todos los operados en medios de comunicación, son trepidantes, pero los de Radionet se venían cocinando desde hacía tiempo atrás.

El medidor que indicó el cierre definitivo lo constituyó el traslado de Caracol Radio a su edificio inteligente de Chapinero, al norte de Bogotá. Según cuentan los dos periodistas que quedaron, de los más de 120 que comenzaron, y quienes elaboraron el último boletín de noticias de la historia de Radionet, se los informaron de la siguiente manera: tan sólo se hicieron estudios radiales en las nuevas edificaciones para 18 emisoras del sistema, cuando en realidad, hasta esa fecha, casi mediados de 2004, veintiuna emitían al aire, entre ellas Radionet. El cierre se veía venir.

Radionet comenzó a cerrarse, a acabarse cuando mataron a Jaime Garzón. Ahí Yamid comienza a perderle el amor a Radionet, a demostrar esa pérdida de amor. Yo insisto mucho en que él dejó sólo a Radionet. No sé qué piense él, pero con el asesinato de Jaime se desenamoró de la emisora. Ya no era el mismo en cabina. A él le faltaba el alma. Nunca volvió durante año y medio, hasta el último día en que estuvo al frente, en septiembre de 2000, cuando Caracol radio la absorbió totalmente. Yamid ya no fue capaz de enfrentar una cabina sin Jaime Garzón. El grupo Prisa tampoco estaba interesado en Radionet.

-Florángela ¿recuerda cuáles fueron las noticias de ese último boletín de noticias, el 31 de mayo de 2004?

El último fue un informe con Iván Cepeda. Ese día había un encuentro del Comité de Víctimas de Crímenes de Estado…

Hablé sobre la desaparición del líder indígena Kimi Pernía Domicó, quien encabezó la toma del Ministerio de Ambiente, antigua embajada gringa en Bogotá. Se cumplían ese día tres años de la desaparición del indígena. Esas fueron las dos últimas…

-¿Cómo fue enfrentar el darle punto final e irse?

Yo tengo dos hijos y Radionet era como el tercero. Verlo morir fue como enterrar a uno de ellos.

Cuando a mí me pasaron la carta el 15 de mayo, y que íbamos hasta el 31, fueron 15 días de padecimiento. Yo escribía con el alma esos boletines, le ponía todo el sentimiento. Y Judith Cepeda los leía con todo el amor. Ella le ponía la voz a esos boletines y siempre nos despedíamos. El último día fue echarle la bendición. Despedirse de ello fue como echarle una palada de tierra a esa tumba. Fue muy duro.

Claro, me quedaba sin trabajo, pero ¿cómo Colombia dejaba morir un medio tan importante cómo ese?, ¿cómo no se daba cuenta de que estábamos perdiendo la democracia? No hay ningún medio, ni ha existido, ni siquiera que se acerque un poquito, a la democracia que manejaba Radionet en la información. Yo enfrentaba comentarios hirientes como “Mentironet”. Muchos colegas gozaban con el cierre de Radionet y me mortificaba mucho. No sólo era cerrar un medio, era hacerlo en mitad de un capítulo negro de la historia del país. Cerró cuando más se necesitaba pluralidad en la información, en contar la historia real del país, como cuando se desmovilizaban los llamados paramilitares.

-Cuéntenos ¿cuál fue la última chiva de Radionet?

Cuando los paramilitares secuestraron a Piedad Córdoba y a Zulema Jattin. Yo aprendí a chatear con las Farc. No tenía correo electrónico y César Moreno me ayudó a abrirlo y me enseñó a hacerlo.

Cuando las secuestran, el ministro del Interior de la época, Néstor Humberto Martínez se fue a hablar con los “paracos” y las Farc se molestaron muchísimo: que “cómo así que cuando se buscaba el desmonte de los paramilitares, el gobierno se iba a hablar con ellos…”.

Me escribió un guerrillero que según las noticias mataron hace varios meses y se llamaba Felipe Rincón, “el costeño” o alias “Trompaebuque”.

Él era mi fuente y me dijo que había que hablarse con Andrés París, que me tenía una noticia. Y me acuerdo hasta de su correo que era rola92@hotmail.com .

Le escribí, me presenté como periodista. Y así hubo contacto con ellos, estrictamente para la información del avance del proceso, y cuando ya no teníamos recursos ni independencia administrativa.

Me dijo a través del e mail, “Mire, nosotros le tenemos a Radionet una chiva, pero más que una chiva es una cabra”.

Cuénteme -le dije- pero para que la tuviéramos debía ir al Caguán. Ya no viajábamos, no teníamos plata para nada. Insistió en que era una noticia-cabra.

Le rogué a Hernán (Estupiñán) mañana y noche, durante una semana y él era reacio. Que si nos iban a dar una noticia era fácil, teléfono y al aire. No había que ir al Caguán y menos en medio de tanta incertidumbre por ese proceso que no arrancaba y menos sin recursos propios como empresa o emisora.

Le escribí de nuevo y le dije que no se podía por falta de recursos, pero le pedí que por lo menos nos diera un dato sobre qué se trataba. “Bueno –escribió- le voy a dar un avance, pero el resto tiene que venir acá”. Sólo un adelanto y que se manejara con el sigilo propio de estas situaciones.

Escribió “congelación”. Insistí con Hernán y ahí ya hizo de todo para irme al otro día. Era viernes. Sólo hasta el sábado a mediodía tuve el pasaje, alisté maleta, corrí al aeropuerto y hacía cinco minutos me había dejado el avión.

Aquí, en el aeropuerto Eldorado, no podía decirle a Hernán que me había dejado el vuelo. Así que averigüé y con el mismo pasaje volé hasta Florencia. Allá llamé a mi hija, le conté lo sucedido y que se contactara con la señora Olga, que nos cocina, cuya hermana vive en la capital caqueteña. Que me fueran a buscar porque yo no conocía nada ni a nadie.

Allá llamé a Los Pozos y me dijeron que ya no podía viajar hacia Villanueva Colombia, el corregimiento de San Vicente, sede de los diálogos con el Gobierno, porque a las cinco de la tarde la guerrilla cerraba el paso a todo lo que se moviera entre carreteras. Que me fuera al otro día.

Amaneció, pero como yo soy montañera, nunca había visto un guerrillero en la vida. Yo hablaba telefónicamente con todos ellos, los del Secretariado o los del Eln, pero nunca los había visto presencialmente. Y me voy con mi vestido, con el que parecía misionera.

La hermana de la señora Olga me prestó plata para el taxi para ir hasta el Caguán, porque los cajeros electrónicos no funcionaban. Había caído un aguacero que dañó todas las comunicaciones bancarias.

Llego a San Vicente y pregunto por Andrés París en la casa de la cultura del pueblo. Me dijo que tenía que ir hasta Los Pozos, distante a 4 horas en vehículo por unas trochas tremendas. Y cuando voy a sacar plata del único cajero electrónico del pueblo, éste tampoco servía.

No tenía un peso. Me tocó de nuevo ir a la casa de la cultura y volver a llamarlos y preguntar que qué hacía. París dijo “pues tráiganla en una camioneta”.

Cuando llegué a Villanueva me sorprendí porque no había ningún periodista más. Estaba buscando al flaco Felipe Gómez, en ese entonces en Caracol y lo necesitaba porque Hernán Estupiñán me dijo que me pusiera en contacto con él, o con Érika Fontalvo, que trabajaba en el Canal Caracol de televisión.

Al momento llegaron los del secretariado, París, Alfonso Cano y Simón Trinidad. Me presenté y dije que venía de Radionet y me dijeron que la noticia que me iban a dar sólo la podía echar hasta el martes: y era domingo.

Bueno, ya en materia, pregunté que cuál era la noticia y me sueltan que “tenían congelado el proceso de paz desde hacía 15 días esperando a que yo llegara. Es que todos queríamos conocerla”. Eso me dio susto, pero al momento dijeron que era la periodista de uno de los mejores medios que tenía el país y que informaba equilibradamente sobre el proceso de paz.

Llamé a Estupiñán y le conté. Casi me saca al aire y me tocó insistirle en esperar hasta el martes. Entonces me pidió que buscara más noticias. En ese entonces las Farc mantenían al Putumayo en un bloqueo económico y de movilidad enorme y desde hacía un año. Allí me enfoqué. Cano habló del tema, me dieron otros pronunciamientos. Era noviembre de 2000. Me la pasé echando noticias y los periodistas no aparecían. Los jefes llamando a sus trabajadores y ellos andaban en una rumba y en un asado el hijuemadre, en una finca.

El martes llegaron a Villanueva. Vi a Érika que de una se sorprendió y me preguntó que qué hacía allí. Le respondí que esperando a ver qué noticia salía ese día. Me insistió en que no había nada. Al momento llegó el Comisionado de paz, Camilo Gómez. Le dije a Felipe Gómez que se quedara conmigo que iba a salir una bomba. Él no lo creyó. De inmediato los colegas entrevistaron a Camilo Gómez, quien no dijo mayor cosa. Una vez adentro del salón lo vi manoteando y vociferando con los guerrilleros.

Yo estaba muy nerviosa. El santo y seña para poder echar la noticia era que París se levantaba y se quitaba la gorra. Al momento de hacerlo llamé enseguida y echamos el extra. “Atención, congelado el proceso de paz…”.

Los colegas me querían matar, no sabían qué hacer. Estaban chiviados y sorprendidos. Yamid llamó a Érika, que alegaba que no se había congelado ningún proceso. El flaco Felipe también estaba histérico. Hasta que me llamó Carlos Ruiz que dirigía el servicio informativo de Caracol radio en ese entonces y me dijo “Flor Ángela, deme la noticia”. Le dije que no, que para eso tenía a su reportero. Entonces le presté la grabación, pero el flaco no daba pie con bola, no sabía qué había sucedido, ni por dónde enfocarla. Y todo eso pasó en un santiamén.

En eso Érika entró a la sala de reuniones dando patadas a las sillas e insultando, “que qué pasa aquí”, gritaba. París estaba en directo en Radionet y la sacó. “Me hace el favor y se sale que estoy hablando” –le dijo.

A ella le provocaba mechonearme, arrastrarme. Armé la hecatombe con la primicia y me vine a la una de la tarde para Bogotá. Allá se quedaron ellos en medio de ese caos y agarrados de las mechas. El resto fue historia. Fue la primera y única vez que fui al Caguán.

A propósito, recuerdo una anécdota allí en ese laboratorio de paz que no funcionó:

Ese fin de semana, antes de la chiva, había un encuentro de universitarios con las Farc y los tenían marchando marcialmente con su palo de escoba al hombro, como si fuera un fusil.

Y había un muchacho que no sabía cómo. Y el Mono Jojoy le dijo a grito entero en medio del grupo… “fulano de tal, si como marcha culea, por eso es que no tiene novia”.

Esa y otra vez en la construcción de un puente fueron las únicas veces que lo vi. Nunca hablé con él. (Herrera-2009)

Foto: archivo particular

El prócer del mal

Para ello, varios periodistas de la cadena estuvimos en el Caguán cuando el proceso ya estaba en marcha, al menos los editores en ese entonces, como el periodista Henry Rodríguez Chacón, quien asegura que lo del Caguán fue uno de los procesos informativos de mayor relevancia que Radionet emitió, “ con todas sus angustias y anécdotas ”:

Algo que nunca olvidaré fue el Caguán, en donde Radionet mandaba, pues teníamos los detalles del proceso… Fuimos los primeros en entrevistar a ese “prócer” que se llama Mono Jojoy…

Una tarde, hacia las seis, Tirofijo nos dijo “bueno me voy, se hace tarde y de pronto me sale la guerrilla”…

Incluso hubo para anécdotas:

El extinto Raúl Reyes convoca a una rueda de prensa. Y como ocurría casi siempre, la citó en un lugar que se llamaba, distante muchos kilómetros de San Vicente del Caguán. Yo había llevado el satelital y un ingeniero de sonido. Mientras ese ingeniero buscaba satélite para llamar a Bogotá, acerqué mi grabadora a Reyes, pues comenzó la rueda de prensa en medio de una algarabía de cámaras y micrófonos. Reyes empezó a leer el comunicado que estaba encabezado así: “Las Farc suspenden el proceso de paz con el gobierno nacional…”. Usted se podrá imaginar los rostros pálidos de todos los periodistas, pues estábamos ante una bomba noticiosa del tamaño universal. Y en un lugar desde donde nadie podía comunicarse con Bogotá. Mi ingeniero hacía su esfuerzo y nada. El muchacho de Caracol (Álvaro, no recuerdo apellido) también tenía su satelital, pero estaba sólo así que él mismo tenía que buscar señal, marcar e informar…

Para no agrandar la historia, mi ingeniero logró señal, me pasó el teléfono, yo informé que las Farc suspendían el proceso de paz y lanzaron el “extra”. Los colegas suspendieron preguntas y dejaron que Reyes nos hablara en directo (fue un gesto inolvidable, no por Henry, sino porque era Radionet). Gran chiva. Y el muchacho de Caracol nunca pudo comunicarse con su gente y ¡se cagó en los pantalones! Leyó bien: se hizo popó en los pantalones, cosa que yo creí que no pasaba. Es decir, comprobamos que esa expresión “me cago del susto” podía ocurrir. El muchacho corrió hacia los árboles para asearse… (Rodríguez Chacón-2008) .

Foto: archivo particular

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