¡P ara sobrevivir !

En busca de la comida en una sola noche…sobre la Carrera Séptima bogotana.

Foto: Buque de Papel

Por: Juan Carlos Cotrina Lizarazo , p eriodista Buque de Papel

Bogotá

La noche llega a Bogotá un viernes 13 de febrero. La Carrera Séptima de la capital se cierra para dar paso a los caminantes nocturnos, quienes gozan en medio de la calle distintas actividades que una buena actividad cultural o S eptimaz o les brinda.

Toda la vía en el centro, entre las calles 11 y 26, se convierte en una especie de “soco” con expresiones culturales tan diversas, como el que baila imitando a un trasnochado Michael Jackson, o las jóvenes que, ataviadas como sus abuelas, prueban bailando torbellinos y guabinas, aires del interior.

Están los imitadores, las estatuas humanas, los costeños caribeños con sus tambores, cajas, guacharacas, acordeones, gaitas, y llamadores, y quienes, rodeados de universitarias de dinero, “gomelas”, o que aparentan riqueza ven como algo exótico esos aires curramberos en medio del frío.

Pero los que más se ven a medida que las cuadras se caminan son los cantantes improvisados, con sus equipos y pistas un tanto rayadas y que imitan lo mejor que pueden a Juan Gabriel, a Camilo Sexto, o a Vicente Fernández. Y los curiosos que se arremolinan en derredor, para llevarse algo de esos temas al fondo del cuerpo, o para criticar a los seudoartistas, o para manosear traseros y llevarse una que otra billetera o celular.

Y así a lo largo del recorrido que lleva más de dos años de encuentro los viernes a partir de las 6 de la tarde y hasta las 10 u 11 de la noche. Es un kilómetro y medio de trancones en las vías adyacentes y para quiénes se aventuran a salir del centro en auto, luego del cierre. Son mil 500 metros de diversas expresiones, que al final del cuento son el mentado rebusque en un país acostumbrado al desempleo.

Pero, mientras unos disfrutan despreocupados, algunos insultan al alcalde por el cierre, otros ven la oportunidad de ser escuchados, o simplemente luchar por conseguir sus sueños.

Cabello blanco como la nieve, unas gafas que permiten no sólo ver el mundo, sino lo sueños que persigue; don Libardo Daza es uno de los tantos que lucha para que el hospital San Juan de Dios de Bogotá no se privatice y puedan continuar trabajando. Defiende la causa, ya que su hija trabajadora de la salud debió salir del país sólo porque a algunos se les dio por dejarla sin trabajo.

Foto: Buque de Papel

Luego, una señora de unos 50 años me indicó que firmara un listado ya que ellos instauraran una acción popular y estas firmas apoyarían la causa. Ellos, el próximo 20 de febrero, frente al edificio Murillo Toro les gritarán a los bogotanos que el San Juan de Dios es de Dios y de todos aquellos que necesitan contar con un servicio de salud óptimo, y que además muchos de aquellos que salvan vidas, hoy no tienen con qué comer.

Luego continué caminando por aquel Septimazo lleno de curiosidades: el mimo, el bailarín, la famosa carrera de animalitos, entre otras curiosidades me hacían pensar que estamos en una sociedad sin límites. Cada individuo tiene un sueño. Fue ahí cuando una música f unk me detuvo; la multitud aplaudía y decía: “tan bonito”, “pero bailan muy bien”; allí estaba Wilson Ramírez, un joven de 28 años proveniente de la Quinta de Usme, un barrio al suroriente de Bogotá.

Un tapete que simulaba un ajedrez gigante, una grabadora y un empaque de whisky vacío por aquello de la monedita que esperaban eran sus herramientas de trabajo. Su esposa y su pequeño hijo, Wilson junior, de tan solo 6 años, con movimientos perfectos, saltos, giros en la cabeza, su humanidad sostenida de un solo brazo, lograban cautivar a los que curiosos los observaban.

Después, Wilson se detuvo para hablar un poco conmigo. Mi primera pregunta fue: ¿Cuánto lleva trabajando para dar un poco de alegría a la ciudad? De inmediato indicó: Yo llevo viniendo al Septimazo aproximadamente dos años, pero en el arte de bailar nueve años”. Él trabaja como tallerista en una filial del Bienestar Familiar y además tiene una fundación llamada Casa Taller en Pro de la Defensa del Niño y la Niñez. Allí enseña a muchos a bailar, aunque comenta: “El f unk es un arte, no es sólo baile, esto tiene su historia”. De inmediato recogieron aquel empaque que obviamente no estaba lleno de whisky, sino de monedas.

Foto: Buque de Papel

Foto: Buque de Papel

Foto: Buque de Papel

Wilson junior, su hijo, se anima al saber que tendrá que salir en la foto. De inmediato pone su cabeza en aquel ajedrez gigante y empieza a dar vueltas, como si por medio de ellas quisiera ver el mundo de otra manera… De colores.

De allí salí pensando que el famoso dicho de las abuelas: “no somos los únicos con problemas” es cierto. En ocasiones ni usted ni yo nos detenemos a mirar al otro, pero lo peor es que no nos miramos a nosotros mismos.