Del acetato al video musical

Hablando de rockolas, su historia y sus modelos.

Una clásica de 1934. Foto: Gloria Lugo Cruz. Buque de Papel.

Por: Gloria Lugo Cruz , p eriodista Buque de Papel , Bogotá

La música siempre está presente en muchos de los momentos de la vida, ya sea la que escuchamos en la comodidad de nuestros hogares, en el radio del bus de servicio público, la que ponemos en el computador de la oficina, o la que elegimos a nuestro antojo y siempre va acompañándonos en los iPod o MP4.

Una de las situaciones en las que también nos vemos envueltos por la magia de la música, es cuando decidimos irnos de rumba o simplemente tomarnos un ratico de sano esparcimiento con nuestros amigos, en un café, un bar, una discoteca o la popular tienda de barrio.

Últimamente algunos de éstos lugares se caracterizan por tener dentro de sus enseres una video-rockola, en la que los clientes con sólo depositar una o varias monedas, pueden elegir las canciones que desean escuchar acompañadas por su video. Este tipo de rockolas son sólo el ejemplo más reciente de los modelos que se conocen actualmente, pero en realidad estos equipos tienen una larga historia, que arranca desde que los señores David Cullen Rockola y Rudolph Wurlitzer diseñaron las primeras, en las décadas de 1920 y 1930.

Para conocer un poco sobre la historia que las rockolas han tenido en nuestro país y los diferentes modelos que existen de ellas, decidí ir donde un experto: En el barrio Prado Veraniego (al norte de la capital), tiene su negocio de restauración y fabrica de rockolas el señor William Aristizabal, un hombre de unos 57 años de edad, de contextura delgada, piel morena y grandes ojos que se develan bajo unas gafas de montura dorada.

Entrar al almacén de William es una experiencia fascinante, ya que parece que uno viajara en el tiempo viendo los diferentes modelos de rockolas que allí exhibe: a unos cuantos pasos de la puerta se ve una clásica Wurlitzer Modelo 600 creada en el año de 1939, la cual funciona con acetatos y que sólo puede tocar 24 canciones, o una Wurlitzer Rainbow de finales de los 80’s, con tecnología más avanzada que ya utilizaba Discos Compactos. Hoy, la historia es otra.

William Aristizábal y sus catálogos. Foto: Gloria Lugo Cruz. Buque de Papel.

Buque de Papel. ¿ Cómo llegó usted a trabajar con las rockolas?

William Aristizábal. Pues este es un negocio de tradición familiar, mi papá fue uno de los pioneros con esto de las rockolas en Bogotá, su almacén estaba ubicado en la Carrera 20 con Calle 12, donde quedaban todos los sitios de ensamble y venta de rockolas en esa época. Yo me interesé en ellas desde muy pequeño, todos los días tan pronto salía del colegio me iba para allá y poco a poco fui aprendiendo, hasta que me volví experto en esto de la restauración y fabricación.

B.P. ¿ Cómo eran las primeras rockolas que llegaron a Colombia ?

W.A. Los primeros modelos se hicieron en Estados Unidos en la década de 1920 y eran muy bonitas, los cajones se diseñaban de una forma en especial, con un tipo de madera específico para que les proporcionara la acústica ideal. Usaban los discos de acetato, los negros grandes de pasta, con un solo tema grabado. Estas rockolas únicamente tenían capacidad para reproducir 24 temas. En esa época se podía seleccionar una o tres canciones con tan sólo una moneda de 20 centavos y el equipo como tal llegaba a costar entre 7.000 y 10.000 pesos (3500 dólares de hoy).

B.P. ¿Cómo ha conseguido todas las rockolas clásicas que tiene en su almacén? ¿Cuánto puede llegar a costar una de estas actualmente?

W.A. Actualmente tengo unas 37 rockolas, entre las clásicas y las de nuevos modelos. Las viejitas han llegado aquí a través de los años que tiene mi negocio y también las he adquirido es diversos lugares. Hay unas que están en proceso de restauración y les estoy consiguiendo poco a poco las piezas para dejarlas como nuevas y originales, y otras están en muy mal estado, llenas de tierra y no funcionan, pero como son de gran valor siguen ahí aguardando por un coleccionista que las quiera comprar.

En estos días una rockola clásica puede llegar a costar entre 10 o 12 millones de pesos (6 mil a 7 mil dólares), y todavía hay gente que aprecia estos equipos por su valor histórico y no les duele en el bolsillo pagarlos, porque además se ven muy bonitas, por ejemplo, si usted quiere tenerlas como decoración en una finca o algo así.

Música en CD. Foto: Gloria Lugo Cruz. El Buque de Papel.

B.P. Usted que es un experto en rockolas, ¿cómo ha visto la evolución de su tecnología y más ahora que los nuevos modelos incluyen el video?

W.A. Me he actualizado en cuanto a este avance tecnológico. Además de restaurar las clásicas también fabrico y vendo video-rockolas, pero sigo defendiendo a capa y espada las viejitas, porque esas siempre fueron y seguirán siendo las mejores. El sonido de una rockola antigua es mejor, porque los cajones y cada una de sus partes fueron diseñados y pensados para crear una muy buena acústica, en cambio las actuales simplemente llevan un disco duro y unos parlantes, y por más que uno les ponga un amplificador van a seguir sonando de manera estridente y poco armoniosa.

B.P. ¿Sus hijos continuaran con el negocio de la familia?

W.A. Tengo sólo un hijo. Mateo, que tiene 16 años, siempre se ha interesado en las rockolas, ya sabe de modelos y hasta tiene una allí atrás que está restaurando él sólo, pero a mi me gustaría que tuviera esto sólo como “hobbie” y mejor se dedique a estudiar, porque de trabajar en este negocio uno se enseña mucho a parrandero y no quiero que sea como yo de joven, terrible (risas).

Esperando para la restauración. Foto: Gloria Lugo Cruz. El Buque de Papel.

Nuevos diseños listos para ensamblar. Foto: Gloria Lugo Cruz. El Buque de Papel.

Modelo 2009. Foto: Gloria Lugo Cruz. El Buque de Papel.