D ía del idioma y del libro en el Mío
Columna de los Días, a bordo de un bus del sistema masivo caleño.
Foto: archivo particular
Por : Leopoldo de Quevedo y Monroy , e special para Buque de Papel , Cali
Recibí una invitación muy placentera como cultor de la diosa Palabra a leer unos versos malevos míos en el Liceo Juan Camilo del Barrio Marroquín de Cali. El poeta director de , Milton Fabián Solano, fue el mensajero de Erato.
Salí a encontrarme con él en del MÍO a comprar la tarjeta que habilita al pasajero, como en el metro de las grandes ciudades, para ingresar y disfrutar de su comodidad en compañía de ciudadanos cultos y de buena cara. Más allá del Colegio Santa Librada entramos al nuevo mundo del transporte que este sistema ofrece a los caleños. Me costó 3.000 pesitos e invertí otros 7.000 para futuros viajes.
El bus T47 acababa de pasar y debimos esperar el siguiente que llegó 7 minutos después. Los buses de dos vagones unidos como siameses, están oliendo a nuevos. El conductor con uniforme y perfumado ni se siente y había sillas desocupadas a esta hora de la mañana. Sentí la misma sensación confortable que en cualquier tren o metro de Buffalo, New York o Buenos Aires.
La gente se comporta con afabilidad y se ve amable, como decimos los colombianos. No hay agresividad en el lenguaje, ni gritos del chofer, ni preocupación porque no hay moneda sencilla para devolver. Faltarían algunos mensajes de invitación al aseo, tolerancia y respeto por los derechos.
Desde las pocas semanas que el MÍO abrió sus cuatro rutas, la población se ha ido acostumbrando a esperar, a ceder el puesto a incapacitados, a mujeres embarazadas. La educación para convivir en sociedad entra fácil con el ejemplo mutuo. Como dicen los boletos de bus en Estados Unidos, “no se permiten insultos, ni a los que piden, ni holgazanes”. Esta clase de transporte es un vehículo de cultura. En una tarjeta de metro de Nueva York encontré citado este parlamento de Miranda en la obra de Shakespeare: “¡Oh, maravilla! ¡Cuántas criaturas bondadosas hay aquí! ¡Cuán bello es el género humano! ¡Oh, bravío nuevo mundo que tiene tal gente así!”
En el recorrido va mostrando al viajero, cerca del centro, los arreglos y adornos con jardines y árboles, a lado y lado, por donde pasa el sistema de transporte. Al tomar el bus “alimentador” se nota la diferencia del paisaje. Todavía falta bastante decoración y buen gusto. Ojalá las autoridades no se queden con lo hasta ahora hecho y engalanen Desepaz, Marroquín, y demás barrios alejados y desprotegidos por los cuidados del gobierno.
Los nombres de las Estaciones fueron escogidos y corresponden al de los Barrios por donde pasa el MÍO o a sitios destacados y reconocidos tradicionalmente. Están espaciadas razonablemente, menos en las rutas de los alimentadores, en las que hay demora y desmejora la finalidad de este servicio. Tampoco se han puesto nombres imaginativos y adecuados a los “paraderos” que, por ahora, se anuncian con una voz gentil por la dirección “común y silvestre” de una casa o intersección de cuadras.
Casi 50 minutos gasté en el recorrido al colegio a donde iba a cumplir la cita con la poesía y los libros desde que tomé el bus y mi destino final. De seguro que ahorré tiempo y conocí por vivencia propia la bondad del sistema y lo pude comparar con el de Bogotá y otras metrópolis. Cali debe sentirse orgullosa de que empieza a contar con un gran instrumento de bienestar y cultura en su diario vivir. En nada desmerece de lo que sucede en otros países y culturas.
Cuando entregue el sistema completo, Cali mejorará su aspecto y el ciudadano gozará de una mejor calidad de vida.
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