Un v istazo a los paisajes del Caribe colombiano
Conocer el mar no es sólo comprobar que el agua es salada. Segunda parte.
Un vistazo a las playas de Manaure. Foto: Gloria Lugo Cruz. El Buque de Papel.
Por: Gloria Lugo Cruz , p eriodista Buque de Papel , Bogotá
A bordo de nuestro B uque de P apel continuamos en esta travesía para conocer el mar. Después de cinco días de recorrido por el departamento de Cesar y guardando en un lugar muy especial de la maleta todos los recuerdos e historias que nos dejó esta experiencia, levamos anclas y partimos rumbo a
Desde el principio del viaje teníamos el firme propósito de llegar hasta El Cabo de o Jepirra como es conocida ésta tierra en el lenguaje wayuú, ese legendario lugar donde la arena del desierto se funde en un inmenso mar de siete colores, “un paraíso al que va a descansar en paz el alma de las personas que mueren”, según lo afirman sus tradiciones indígenas.
Luego de un viaje por carretera de casi tres horas hicimos una parada estratégica en Uribia, donde, según indicaciones, en ese lugar íbamos a conseguir más fácilmente el transporte que nos llevaría hasta El Cabo. A pesar de nuestra voluntad y las ganas por llegar pronto a éste paraíso desértico no contamos con muy buena suerte. Aunque esperamos durante más de dos horas no apareció ninguna camioneta que se le midiera al camino. Como había llovido la vía estaba casi imposible de transitar: eran kilómetros y kilómetros de lodazal.
A medida que pasaban los minutos, a la decepción de no conseguir transporte, se le sumaba un calor húmedo, el pitar incesante de los taxis que pasaban de aquí para allá, para anunciar que aún llevaban campo en sus vehículos con destino a Riohacha o a Maicao; la ronda que hacían las moscas sobre nuestras cabezas, cuando eran atraídas por la comida que vendían las guajiras, en unos puestos improvisados cerca a donde estábamos sentados.
Apilando las montañas de sal. Foto: Gloria Lugo Cruz. El Buque de Papel.
Llegando hasta el límite de nuestra paciencia y con tal desespero por lo que pasaba, decidimos abandonar la idea de ir hasta El Cabo, tomamos un taxi y nos dirigimos a un lugar más cercano y de fácil acceso por carretera. A tan sólo media hora de allí estaba Manaure, un municipio cuya fuente principal de economía y de trabajo es la producción de sal.
Cuando entrábamos al pueblo pude divisar el mar desde la ventana del taxi. Tan pronto dejamos las maletas en el hotel salimos corriendo para conocerlo en vivo y en directo. Lo que sentí en ese momento es una experiencia difícil de describir, pero puedo decir que mi corazón se llenó de emoción, cuando por fin el agua que la marea traía a la playa tocó mis pies. Sin pensarlo dos veces caminé un poco y me sumergí. La meta fue lograda, conocí el mar, pero no un mar cualquiera, sino el mítico mar de
Continuando con el recorrido por el C aribe
Luego de visitar Manaure, el mar, las lagunas donde extraen la sal y de comprar algunos recuerdos de artesanías wayuú, partimos rumbo a Riohacha, ciudad capital de tomamos un bus que nos llevaría hacia nuestro siguiente destino: Barranquilla en el departamento del Atlántico.
El viaje estuvo lleno de contrastes. Pasamos por dos retenes de la policía que buscaban a los comerciantes que llevaran contrabando desde Maicao, afortunadamente nadie se le había medido a eso, o por lo menos no nos dimos cuenta. En este bus pude conocer un poco más de la amabilidad de la gente costeña. La mayoría de los pasajeros iban conversando entre sí, aunque ni siquiera se conocieran, desde luego algo muy diferente a lo que vivimos día a día en los Transmilenios de Bogotá, donde cada persona va pegada a su radio y muy pocos interactúan con otros, a menos que se vayan a pelear por un puesto.
En Barranquilla pudimos conocer un poco de la cultura costeña carnavalera. Dando una vuelta por la ciudad vimos el Estadio Metropolitano, la famosa Vía Cuarenta por donde desfilan las comparsas en los carnavales de febrero, el estadio de Basket Ball, Elías Chegwin y la feria artesanal, un espacio lleno de disfraces y figuras de “marimondas”, “monocucos” y garabatos, además de los tradicionales sombreros “vueltitos”, mochilas y manillas tejidas en caña flecha.
Cartagena, sus murallas y la Torre del reloj. Foto: Gloria Lugo Cruz. El Buque de Papel.
De la capital del carnaval, partimos para Cartagena, la histórica “Ciudad Amurallada”. Una vez allí hicimos el respectivo recorrido por sus calles antiguas, conociendo lo mejor de su arquitectura colonial de carácter civil, militar y religioso. Luego de un rato nos detuvimos en una de las plazas centrales para disfrutar de una demostración de danza folclórica: un grupo de jóvenes hombres y mujeres bailaban cumbia, mapalé y tocaban sus instrumentos con toda la fuerza que les daba el corazón y las ganas de dar a conocer un poco más de su cultura.
Después de conocer un pedacito de Cartagena nos fuimos para Santa Marta transitando por al Mar. En ese momento se podía disfrutar de un bello paisaje, viendo la inmensidad de las playas que quedan a un costado de la carretera y los diferentes colores que tiene el océano conforme vamos avanzando en el camino. Haciendo una parada en un peaje que une a Barranquilla con Santa Marta se puede dar un vistazo a un lugar llamado Bocas de Ceniza, donde el Río Magdalena se une con el mar.
La vieja arquitectura de de San Pedro Alejandrino. Foto: Gloria Lugo Cruz. El Buque de Papel.
Finalizando el viaje, en nuestra última parada llegamos a Santa Marta. Allí nos dimos un completo recorrido por de San Pedro Alejandrino, donde murió el libertador Simón Bolívar. De ahí partimos para las playas del Rodadero y Playa Blanca, dándonos un relajante y merecido baño en un mar cálido y calmado, y caminando sobre una arena que tiene destellos de luz, porque su contraste con el sol hace ver algunos de sus granos como escarcha.
Aquí termina el viaje, pero nos despedimos de la costa Caribe colombiana de la mejor manera, con un descrestante atardecer de color naranja y con unos muy bellos recuerdos, de su gente que nos acogió tan amablemente en todo lugar donde llegábamos, de su cultura que decidió compartir un poquito de su folclor con nosotros, y de sus paisajes que jamás se borrará de mis recuerdos y que nos invitan a volver un día no muy lejano.
Bello atardecer en Santa Marta. Foto: Gloria Lugo Cruz. El Buque de Papel.
¿Un partidito? Foto: Gloria Lugo Cruz. El Buque de Papel.