Hilo de oro de la lírica colombiana

En el amanecer del 18 de marzo, a casi un año de la desaparición de Matilde Espinosa, se fue Meira Delmar.

Foto: archivo particular

Por: Gloria Cepeda Vargas * , e special para Buque de Papel , Popayán

Nacida en Barranquilla de padres libaneses, se llamaba Olga Chams Eljach y fue la figura más representativa de la poesía del sentimiento bien llevado en Colombia. “Hilo de oro de la lírica colombiana”, la llamó Matilde Espinosa. Hilo en el cual la sutileza fue expresión decantada de las tempestades del alma.

Más allá de escuelas y análisis parcializados acerca de la poesía femenina escrita en Colombia antes e inmediatamente después del siglo XX, su voz no obedece al tiempo de los calendarios ni a los caprichos de la crítica. Es ella detenida frente al mar de la infancia, a la sombra del ángel familiar, de la rosa, del viento. Al margen de ese rasero con que los censores consagrados intentan medir lo infinito, va "cruzando los verdes campos en flor" o deslizándose, insomne y trágica "por la senda que pierde su verdad en la sombra".

Fue, entre muchas otras importantes cosas: Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, Medalla Simón Bolívar del Ministerio de Educación, Doctor Honoris Causa en Letras de la Universidad del Atlántico, Miembro Honorario de la Sociedad Bolivariana del Atlántico, Orden de la Democracia Simón Bolívar del Congreso de la República, Gran Ciudadana de la Cámara Junior de Colombia, Capítulo de Barranquilla, Premio Nacional de Poesía en la Modalidad de Reconocimiento de la Universidad de Antioquia. Su poesía ha sido traducida al italiano, el inglés, el francés y el esperanto.

Al margen de las corrientes literarias que hicieron historia en el país, brilla su sólida sustancia. El lenguaje magistral y sencillo, florece sin esfuerzo. No es ella quien se inclina ante la dictadura de la palabra. Es la palabra agradecida al sentirse tan hermosamente vestida. Desde su primer poemario "Alba de olvido", publicado en 1942 hasta "Laúd memorioso", del año 2000, su río ancho y profundo no cesa de crecer.

Los suyos son quizá los más bellos poemas de amor que se hayan escrito en Colombia. Sus romances, de fina madera, modelo de buen pensar y mejor decir. No hay aquí nada que disienta, nada que corte o perturbe la gracia del poema. De lejos vino su semilla para fructificar como resina o lentisco de fresca carnadura; para salpimentar, adobar y cernir, este furor alucinado que desborda la palabra creadora, este ir y venir sobre el papel en blanco tratando vanamente de atemperar la savia de la vida a los estragos de la muerte.

"Nada deja mi paso por la tierra", dijo en el poema titulado "Huésped sin sombra". Nada que no sea su triunfo sobre el metal perecedero o que no reivindique su voz cosmogónica y libre, nacida para crecer y perdurar.

*Poeta vallecaucana .