Hombre de mar: la obra de Ciocchini
Este sábado 9 de agosto se lleva a cabo un conversatorio sobre la obra del artista en el Museo Quinquela, a las 12 horas.

Por: Buque de Papel. Buenos Aires, Argentina. Info, fotos y videos: Buque de Papel y MBQM
El otro puerto es el título del conversatorio sobre la obra del artista argentino Cleto Ciocchini, que se exhibe en el Museo Benito Quinquela Martín, en la Boca.
Su figura, el aporte pictórico y la representación de las faenas marinas hacen parte de esta charla y que integran la exposición del artista, hasta el 17 de agosto, y que integran la muestra Arte Argentino, que adelanta el museo.
Buque de Papel habló con uno de sus hijos, Cleto, quien recorrió junto con su esposa, Inés, cada cuadro, otorgando una explicación y los recuerdos que abordaron esta charla. Por ejemplo, cuando el artista sufrió una ACV y su terapia fue pintar un pequeño cuadro con formas de faena difuminadas casi que surrealistas. Aún así, Cleto junior, se apresuró a confirmar que su padre fue figurativo y por supuesto impresionista. Ni hablar del enorme retrato de su esposa, madre, junto con dos de sus hijos en una escena tan maternal como la de alimentar al pequeño de pecho. Y el mismo Cleto junior, de pie a su lado. ¿El año? 1938.
Gracias al préstamo de obras procedentes de la familia del autor, el Museo rinde homenaje al célebre artista que residió en la ciudad de Mar del Plata por 40 años y configuró la identidad visual del universo pesquero.
Caballero de la Orden del tornillo, Ciocchini fue parte de una generación de soñadores que creyó fervientemente en un modelo de sociedad basada en el Bien, la Verdad y la Belleza.
La producción pictórica de Cleto Ciocchini, y con ella su convicción vital, puede ubicarse poéticamente en aquella franja de arena húmeda que resulta del vaivén permanente de las olas. El mar se acerca, la marea sube, y una fracción de playa se inunda del espíritu insaciable de un artista disciplinado, insistente en sus búsquedas plásticas. El mar se aleja, la marea baja, y la utopía de la pintura como epifanía se distancia nuevamente. Con la presión de esa insatisfacción que es motor de perfeccionamiento trabajó siempre Ciocchini, entregado a su profesión sin tregua posible.
Su visita recurrente a la ciudad de Mar del Plata a partir de 1927, concretamente al barrio sureño del Puerto (primero durante los veranos y a partir de 1956 en forma definitiva), fue el puntapié para estudiar con ojos plásticos un espacio y unos protagonistas que lo harían obtener reconocimiento años más tarde.
Su apuesta no solo consistió en retratar a los pescadores en su entorno laboral, sino elevar su faena diaria a un nivel de épica cotidiana. Desde esta perspectiva, la obsesión de Ciocchini con el puerto revela más profundamente la postura moral que aquellos inmigrantes, en su mayoría italianos, tenían ante la vida, que a su vez se traduce en una ética del trabajo que le es propia al artista.

El pescador, como sujeto protagónico del progreso, adquiere en la obra de Ciocchini un nombre y un rostro, rescatándolo de un anonimato que aplastaría su identidad. Así, el hombre de mar que el pintor elige resaltar predomina por sobre su ambiente.
Sus figuras macizas y monumentales gozan de una prestancia casi escultórica, no solo por los escorzos pronunciados y la forma de balancear la composición a fuerza de volúmenes, sino por los contrapuntos cromáticos que transcriben al plano pictórico un planteo esencialmente tridimensional.
Él decía que: la perfección no es más que un espejismo, porque cuando creo llegar, vuelvo a alejarme.




