Muerte (I parte)
En ocasiones no consideramos que la vida sea un don. Quizá la mayoría no está preparada para morir.

Cementerio La Recoleta, Buenos Aires. Foto: Buque de Papel.
Por: Alexis Fúkene Gómez, periodista Buque de Papel, Bogotá
Tener la experiencia de vivir es una oportunidad de realizar lo que se quiere, todo es por voluntad y por acto humano. El hombre es capaz de manifestar alegrías, tristezas, y una serie de acontecimientos donde definimos un proyecto para la vida.
Morir no es aceptado por algunas personas, es el apego el que impide trascender a otro estado dentro del campo espiritual, como lo expresa el padre Manuel Osuna: “el tema es complejo, eso depende de la visión que tenga la persona. La muerte es un absurdo donde se pone al hombre en conflicto, y de allí vienen los cuestionamientos cuando se pierde a un ser querido. La persona que se está enfrentando a su muerte, en ese momento comprende la realidad de su vida”.
Sería como aceptar que es el momento donde se está resumiendo la vida, y por ello es consecuencia del pecado, como lo reconoce la Iglesia Católica. Asumir la muerte depende del grado espiritual de la persona, la muerte es una sorpresa, nunca tiene fecha ni hora exacta para aparecer.
El padre Osuna agrega: “Es una realidad artera, la más verosímil es la muerte, porque sucede a diario”.
Las personas que no se despegan del punto terrenal, es por causa de la negación a perdonar, eso los hace aferrarse y negarse a salir de su propio círculo. No estar preparado para la sorpresiva muerte, en la mayoría de las ocasiones hace que el espíritu quede vagando.
Todos hemos venido con una misión a cumplir acá en la tierra, el campo espiritual hace que sea aceptada, y por misericordia de Dios y según los actos personales, el alma llegaría a un estado de perfección para gozar de la vida eterna en el cielo.
La iglesia en el camino a la muerte no reconoce ningún “túnel”, los que hablan de ver la luz al final del túnel, es por experiencia propia o por fuentes cercanas y fidedignas. Como lo manifiesta mi amigo sacerdote, es pasar de la temporalidad a la eternidad, es traspasar el espacio y el tiempo.
El cielo, el purgatorio y el infierno son los estados del alma, no son lugares, son estados (como lo reitera el padre), de allí la diferencia entre cuerpo y espíritu, porque lo social es reflejo y proyección del ser humano. En el nivel cristiano, el sufrimiento permite vivir desde la fe para llegar a la redención de Dios.
La naturaleza tiene sus leyes: la compensación, el dar para recibir, ya sea bien para bien, o mal para mal, somos responsables de nuestros actos.
Los apegos o vacíos afectivos conllevan a otra clase de muerte, en ocasiones al suicidio, que se puede definir como, atentar contra la propia vida es la manifestación más clara de la presencia del mal, ya que es una revelación, es tomar decisión sobre su vida a espaldas de Dios.
Las formas diferentes en que se presenta la muerte, es debido a la unicidad de la persona, porque esa es la forma de experimentar su propia muerte. Como incluye en sus palabras el padre Osuna, la muerte de conciencia nos impide ser más exactos. Así como se nace se muere (es una ley natural), no existe la reencarnación, por ello la muerte no está definida, lo que está definido es que se muere para resucitar en Cristo, más no para reencarnar en otro cuerpo.
Lo que muere es lo corpóreo, porque somos únicos. Resucitar para la vida es la eternidad, llegar a la vida eterna en el cielo.
La sensibilidad espiritual es lo que hace que las personas logren redimir sus pecados, existe gozo del alma en el cielo, o pagar por siempre las culpas en el infierno.
Dentro del nivel espiritual, el padre Osuna afirma lo siguiente, algo que me parece muy sabio y sensato: “el que no piensa en la muerte, vive de cualquier manera”.
Las incógnitas siempre existirán para este tema tan diverso, los campos para afrontar la muerte propia no están definidos, depende de cada uno; a lo que se acude es a una ayuda u opinión para trascender a un estado, y la parte clínica es otra forma de experimentarla, quizá con agrado o con temor…
