El carnaval toma la calle y festeja

Las murgas en Buenos Aires, capital argentina.

Por : Grisel El Jaber , Corresponsal Buenos Aires . Fotos: Grisel El Jaber

Sedientos de los aplausos tu mueca será un descargo. Que no puede haber ley seca si no hay ningún trago amargo porque el carnaval nos vuelve a embriagar”, dice la letra de una de las canciones de la murga Los Diablos Verdes. El carnaval en de Buenos Aires, en Argentina, pleno de risa y desparpajo se prepara con arduos ensayos todo el año para salir a la calle en el mes de febrero y bailar al ritmo delirante de los tambores.

Esta letra no es casual. La embriaguez de la que habla, esa mueca sedienta de aplausos se expresa en el carnaval porteño y revela su espíritu en los desfiles de hombres, mujeres y niños que tienen a la alegría y al humor como su máxima expresión: “El carnaval de la plaza pública es el lugar de la risa”, explica la escritora Elsa Drucaroff en su libro sobre el pensador ruso Mijail Bajtin ( Mijaíl Bajtín, la guerra de las culturas ), quien reflexionó acerca del carnaval y la cultura popular en y el Renacimiento.

“Hoy el hombre y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha….y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas… se despertó el bien y el mal, la zorra pobre al portal, la zorra rica al rosal y el avaro a las divisas… Y se acabó... que el sol nos dice que llegó el final, por una noche se olvidó que cada uno es cada cual….”, canta Joan Manuel Serrat en su canción Fiesta.

En el carnaval, la risa puede pensarse al mismo tiempo como negativa y positiva, explica en su libro Drucaroff. Negativa como burla al poder: en el carnaval del medioevo el esclavo podía ser elegido rey y éste ser siervo, ese día el poder tomaba otra forma, y todos participaban de la fiesta en la plaza pública donde, al mismo tiempo, una risa positiva, de júbilo por la resurrección en la cuaresma, se hacía sentir. Pero aquel que era rey por un día, sabía que iba a morir. En el ritual del carnaval su vida era el precio de haber tomado el poder. Pero, en la fiesta “pese a la muerte, todo renace”, agrega la escritora. Muerte y vida se festejan al mismo tiempo en el carnaval del medioevo.

Este renacimiento de la época medieval reaparece en los carnavales rioplatenses, la risa se hace cuerpo y en el siglo XVII, en fechas de agasajo especiales, los esclavos negros locales festejaban junto a sus amos el carnaval al ritmo del candombe. A principios del siglo XX, provenientes de Cádiz, España, un grupo de zarzuela española se queda en Buenos Aires sin dinero y por primera vez realiza el espectáculo en la calle, a modo de desfile, para reunir dinero a la gorra.

Empieza a difundirse esta costumbre en la ciudad y el carnaval se vincula a los diferentes grupos de inmigrantes que habitan Buenos Aires. La especialista en el tema, Alicia Martín cuenta que a partir de la década del ´20, cuando la ciudad se empieza a poblar y se configuran los diferentes barrios, éstos comienzan a tener incidencia en la identidad del carnaval: “Hasta esos años los distintos grupos étnicos, tanto africanos como europeos o criollos, centraban su locación y sus actividades en barrios distintos: los negros en San Telmo y Monserrat; los italianos en ; los judíos al sur de Palermo; los árabes en el Once. Pero, estos grupos fueron evolucionando. Las agrupaciones de carnaval, antes fundadas sobre fuertes lazos étnicos, pasaron a organizarse según los nuevos lazos de vecindad en los barrios”.

Generaciones anteriores han vivido los carnavales de la mano de las sociedades corales y las agrupaciones humorísticas de principios de siglo. Si bien éstas han desaparecido en los festejos de la ciudad, las murgas y comparsas subsisten conservando el humor y el festejo popular como parte de su identidad, aunque con algunos cambios: “Todo un ciclo de bohemia masculina se genera durante los carnavales, reunirse para ensayar, disfrazarse, cantar y bailar por las calles, recorrer la ciudad, conocer otra gente, amanecer en cualquier lado”, explica Martín. Sin embargo, hoy, esa bohemia que parecía exclusiva de los hombres incorporó mujeres, niños y travestis, expresando el espíritu de los carnavales medievales, en los cuales no existían barreras de ningún tipo: “Durante el carnaval no hay otra vida que la del carnaval. Es imposible escapar, porque el carnaval no tiene ninguna frontera espacial.

En el curso de la fiesta sólo puede vivirse de acuerdo a sus leyes, es decir de acuerdo a las leyes de la libertad”, dice el pensador Bajtin.

El carnaval del medioevo era un rito que liberaba reglas y tabúes y en el cual el “contacto libre y familiar era vivido intensamente y constituía una parte esencial de la visión carnavalesca del mundo”, explica en sus escritos. Por eso, del festejo en la plaza pública en al desfile actual de las murgas en los barrios porteños, el carnaval siempre tomó la calle y la hizo parte de su identidad, el espacio público se transforma en un territorio habitado por todas las clases sociales, donde se borran las diferencias económicas: “El carnaval no era una forma artística de espectáculo teatral, sino más bien una forma concreta de la vida misma, que no era simplemente representada sobre un escenario, sino vivida en la duración del carnaval. Esto puede expresarse de la siguiente manera: durante el carnaval es la vida misma la que juega e interpreta”, dice Bajtin.

Cuando el carnaval quiere volver a re í r

“La alegría popular festeja que todo se destruye y todo se renueva, que sumergidos en la conciencia colectiva de ser pueblo, de ser comunidad, el terror a la represalia retrocede”, explica Drucaroff. Ese terror que daba marcha atrás, reapareció en Argentina luego del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, que instauró Desde entonces, las murgas de la ciudad de Buenos Aires han peleado con los diferentes gobiernos militares y civiles democráticos para que el tradicional carnaval porteño sea reconocido.

La pasión, el humor y la crítica social fueron siempre parte de los cantos y estribillos de las murgas, a pesar de que la dictadura haya condenado un contenido y una estética que no deseaba: en 1976 se deroga por decreto la ley que permitía el feriado nacional por carnaval. Si bien se permitieron los corsos hasta 1981, las murgas intentaban a duras penas desafiar con las letras de sus canciones la censura y de esta manera cuestionar el orden oficial.

Un testimonio de la propia comisión directiva de la agrupación M.U.R.G.A.S. explica este contexto: “La del ’70 fue una década muy dura socialmente y las murgas, fiel reflejo de la sociedad, sufren las consecuencias. Las agrupaciones se transforman en grupos demasiado violentos y dejan de lado su sentido artístico y folklórico de lado. La política, el sindicato, la lucha por el poder y la violencia ganan terreno en las expresiones populares como el fútbol, las manifestaciones y el carnaval”. En este sentido, la explicación asocia a la murga con la expresión de violencia, otorgándole un sentido diferente, diferente al de la risa y la alegría. Sin embargo, “El insulto, la mala palabra, pueden ser modos de elogio”, explica Drucaroff en relación a lo carnavalesco.

Pero la risa, dice Drucaroff expulsa el miedo, y en época de dictadura, en nuestro país reinaba el miedo. Un pueblo inmerso en el terror, sin poder circular libremente por la calle, sin poder tomar la calle, un pueblo que no ríe, que no puede expresarse libremente, vio cercenado el carnaval: “La historia del Estado es la historia de la violencia contra los cuerpos. Sobre eso se funda, sobre el genocidio, sobre la guerra a las montoneras, sobre la represión anarquista, sobre los fusilamientos de trágica, sobre los fusilamientos de los talleres Vasena, etc., hasta llegar a la que es la máxima exhibición de la violencia sobre los cuerpos que produce el Estado argentino que es la dictadura de , dice el investigador Pablo Alabarces.

Drucaroff explica que más allá de la discusión de si “el carnaval tiene sentido revolucionario o reaccionario, si es producción rebelde al Estado o contención de la rebeldía”, se puede pensar en términos que el carnaval no es “ni bueno ni malo, simplemente es. Ni en él se gesta una revolución, ni él la ahoga. Como espacio paraestatal, no oficial y siempre revulsivo, es un infinito semillero de elementos revolucionarios”.

Sin embargo, aún hoy, desde la propia agrupación M.U.R.G.A.S. esas expresiones de las murgas de los ´70 no se perciben como carnavalescas, sino como aberraciones que no cuadran con el carnaval tradicional y no como consecuencia de un contexto de represión y violencia del Estado: “Entrando en los ’80 se ven claramente las consecuencias de tanto degeneramiento. Casi no quedan corsos en Capital Federal y son muy pocas las agrupaciones que logran sostenerse. Ni las mejores, ni las peores, todas tienen serios problemas para continuar y hay un gran parate en la actividad, por lo menos hasta que los ’80 llegan a su fin”.

El renacimiento

Es recién en el año 2004, casi treinta años después del golpe de Estado que el carnaval consiguió que de de Buenos Aires aprobara la ley 322 que establece como no laborables los días lunes y martes de carnaval de cada año para el ámbito estatal y como opcional para el ámbito privado. Sin embargo, aún no se consigue el tan ansiado feriado nacional para los festejos de carnaval.

¿Otra casualidad? No. Desde sus inicios el carnaval no ha sido reconocido como una creación cultural con prestigio, sin embargo, tolerado en mayor o menor medida por los Estados, esto le permitió conformarse como una cultura paralela a la oficial: “Hay un punto en que este río de creación popular penetra en el arte ‘culto’: algunos artistas lo toman para producir formas absolutamente nuevas de representación estética”, explica Drucaroff respecto a la fiesta carnavalesca medieval.

La murga ha logrado entremezclarse con otras expresiones culturales como las artes visuales, teatrales, las letras y la música: por ejemplo, muchos artistas consagrados han hablado de la murga en sus canciones. Un reconocimiento merecido que permitió la circulación de las letras y la música entre diferentes grupos sociales: “Ya llega la comparsa muy conocida en el mundo entero recorriendo los barrios con la alegría de los murgueros”,dicen en El Murguero la banda argentina Los Auténticos Decadentes y el grupo de rock local también los aplaude en la canción Murga de diciendo “y, aunque esta rola no te suene a rock and roll inglés, yo te chamuyo mi lunfardo de revés, porque a este hielo hoy le pongo corazón, ¡el velorio americano, que se banque esta explosión!”. Un lunfardo que se mezcla con las palabras más actuales de los jóvenes porteños conformando un lenguaje propio, que lo acercan a las cosas, que permite cuestionar el orden establecido y la realidad. Un lenguaje donde se expresan múltiples voces y pensamientos.

Esto no es solamente propio de una Argentina que ha sido poblada, habitada por gente de todas las nacionalidades, sino que es parte de la identidad del carnaval: en , la plaza pública y la feria comercial que se desarrollaba allí eran parte del carnaval: “A la feria acuden personas de lugares lejanos, carromatos con artistas y vendedores ambulantes. Es un lugar donde una comunidad aislada, se encuentra, se entrecruza, con muchas otras”, explica Drucaroff.

En la actualidad, los carnavales de la ciudad permiten el entrecruzamiento de artistas, además de vendedores ambulantes que proveen la comida y los elementos necesarios para el festejo: las murgas barriales comienzas los ensayos en las plazas públicas de sus barrios o en los clubes cercanos a sus domicilios, todo el año trabajan duramente con ensayos de largas horas para presentarse en público durante cuatro fines de semana del mes de febrero y los lunes y martes no laborables fijados por calendario. Cuando llega febrero, las murgas no sólo se presentan en sus lugares de origen, sino que viajan por diferentes barrios respetando un estricto cronograma de presentaciones en toda la ciudad. Es en esos días donde se vive un verano porteño a todo color y alegría.

El baile sigue el ritmo de los bombos y platillos y los cuerpos se entremezclan en un contexto de furor y alegría: lo que en el carnaval medieval se volvía central, en el carnaval porteño actual parece seguir vigente: “El cuerpo es protagonista central”, dice Drucaroff respecto del carnaval del medioevo. Hoy esos cuerpos bailan con desenfreno, en grupo o en forma individual, con marchas sincronizadas o saltos acrobáticos, hombres, mujeres, niños y travestis expresan una alegría sin límites, en un espacio que habitan, un lugar que es de ellos y tienen derecho a ocupar.