Calibrador de una dura realidad

Ganar $500.000 al mes, trabajar sin uniforme, ser su propio jefe y tener a su familia cerca, es el diario vivir de Juan David, un calibrador de ruta.

Fotos: Buque de Papel

Por: Johan Cárdenas, periodista Buque de Papel, Bogotá

Juan David Patiño era un joven con las ilusiones y los sueños de cualquier colombiano, pero al terminar su servicio militar, se convirtió en uno más de los desempleados que abundan en Bogotá.

Trabajó como ruso (en construcción) dos meses, de los cuales no recibió pago alguno. En ese momento, un primo que conduce un bus, le sugirió un sitio estratégico para que se ubicara y calibrara las rutas de los automotores de servicio público.

Juan David le hizo caso y se fue un día cualquiera a probar suerte en este oficio, cuando se llevó la gran sorpresa, y al final de la jornada, tenía su bolsillo lleno de dinero. Desde ese momento tomó el título de “calibrador de ruta” y empezó a controlar los tiempos de los buses de transporte público en diferentes rutas de la ciudad.

Desde ese momento y hasta hoy han transcurrido cinco años, en los que Juan David sostiene a su esposa y sus tres hijos con esta modalidad de “trabajo”. Con lo que consigue como calibrador paga arriendo y servicios, hace mercado, compra pañales, ropa y medicamentos. Un verdadero milagro que él, como centenares de calibradores de ruta, se sostengan con esta forma de laburo y lo prefieran en vez de estar robando en las calles.

No obstante, este trabajo no tiene mucho futuro debido al denominado Sistema de Transporte Integrado, incentivado por el alcalde Samuel Moreno. Con la aplicación de este programa, que implica más transmilenios y posiblemente un metro, no sólo los calibradores, sino los dulceros que se suben a los buses para vender sus productos van a ver como sus trabajos desparecen.

Fotos: Buque de Papel

Juan David ya no va a poder pararse en la misma esquina de siempre porque no va a pasar ningún bus para contabilizarle el tiempo. Los desempleados incrementarán en una forma alarmante, y como lo dice el propio Juan David, “ yo no voy a dejar morir de hambre a mi familia y si ese día tengo que salir a robar, lo voy a hacer”.

Esta es la realidad que viven centenares de familias que dependen de un calibrador de ruta o de un dulcero para poder comer y subsistir. Son centenares de casas que dependen prácticamente de las limosnas de los conductores, a pesar de la negativa de la mayoría de directivos de las empresas de transporte, que condicionan a sus conductores con sancionarlos si son sorprendidos dándole dinero o recibiendo información de los calibradores de ruta.

Los calibradores, tal vez con ayuda del gobierno distrital, puedan pasar de ser empíricos a contabilizadores autorizados y capacitados para controlar las rutas del sistema integrado de transporte.

Por ahora, Juan David seguirá asistiendo todos los días a su lugar de trabajo para seguir llevando en su pequeño cuadernillo los tiempos que los bogotanos que usamos el servicio público de transporte gastamos a bordo de un bus en las cada vez más caóticas calles y avenidas citadinas.

Juan espera seguir sosteniendo a su familia y jamás tener que salir a las calles, para robar a quienes tal vez fueron sus clientes en un tiempo.

Fotos: Buque de Papel