S uba al aire, un sueño hecho realidad

Historia de una emisora comunitaria en Bogotá.

Por: Natalia Pachón , e special para Buque de Papel , Bogotá

Suba al Aire, más que una emisora, es un proyecto de comunicaciones que cubre a toda una localidad. Surgió en partir del ideal de ocho jóvenes que soñaban con crear un medio de difusión independiente. Nunca desfallecieron y como resultado obtuvieron un espacio donde expresar sus ideas y un lugar para ayudar a la comunidad.

Para Fabián Álvarez, encargado del área de gestión y mercadeo del proyecto, Suba al Aire “es un espacio de encuentro donde están las herramientas que me permiten construir una sociedad, un país. Esas herramientas giran en torno a la comunicación”. Esto se logra, más que todo con los talleres en comunicaciones al cumplir las expectativas de los muchachos que constantemente se vinculan al proyecto.

El proceso para hacer realidad este proyecto no fue fácil y el grupo se conformó de maneras inesperadas. Dos personas de las que formaron este primer equipo de Suba al Aire entraron casi que, por equivocación, uno de ellos vendía quesos y el otro, radiadores, y al ver un letrero que decía “Suba al Aire: radio comunitaria, lo asoció con radiadores, entró y se quedó allí 20 años.

Hoy en día, el grupo de personas que se encuentran detrás de este gran nombre no son los mismos. Las caras han ido cambiando con el pasar de los años, las prioridades de algunos de los integrantes también, pero los ideales siguen intactos. La filosofía de este proyecto aún se mantiene y sigue viva en los corazones de aquellos que ya no forman parte de la emisora.

El encantamiento

“En el 89 arrancaron mis compañeros proyectando películas en la calle, en el sector del Rincón de Suba que es uno de los más vulnerables de la localidad. En esas condiciones de inseguridad, estos locos empezaron a trabajar y a hacer unos programas en el Sena que se llamaban “de la loma pa’ca”. Suba en esa época no era parte de Bogotá, era un pueblito, entonces se grababan varios casetes y cuando iban para Bogotá le pedían al señor del bus que los pusiera. La gente se subía y escuchaba Suba al Aire, el programa de Suba” narra Diego Santamaría, presidente y encargado del sonido en esta organización.

Al poner estas cintas en los buses se empezó a generar expectativa en la gente, rumores corrían, todos se preguntaban por este programa de radio y cada vez el anonimato iba quedando de lado y el interés por escuchar el programa crecía. Entonces, los domingos se creó un espacio que venía de un acuerdo mutuo entre las distintas Juntas de Acción Comunal de cada barrio que consistía en poner a la misma hora el programa de radio, lo cual generó un imaginario cultural en la gente de que en Suba existía una emisora.

Para 1994 la emisora se legalizó. Se estableció como un grupo, como una organización sin ánimo de lucro. La razón para legalizarla fueron las distintas convocatorias que se estaban llevando a cabo desde las embajadas. Entonces con estas adquirieron pequeños equipos para la producción de radio.

La emisora contaba en principio con un transmisor montado de manera manual, que alcanzaba a transmitir más o menos cinco cuadras a la redonda, pero tenía un problema, y era que transmitía la señal no a la radio sino a los aparatos eléctricos. Como afirma Santamaría, “cuando uno prendía el televisor se escuchaba Suba al Aire, entonces los vecinos se empezaron a molestar, porque hasta cuando uno abría la nevera se oía la emisora”.

Debido al problema de transmisión, se empezaron a gestionar varios procesos. Para 1996, se compró un transmisor y se trajo desde Argentina, lo que permitió que la emisión durara 12 horas diarias. “Eso fue una locura, porque ya cubríamos bastante, casi el 50% de la localidad, y Suba es la segunda más grande de Bogotá”, afirma el presidente actual de Suba al Aire.

Fue en ese momento en el que el proyecto tomó vuelo. El estudio estaba ubicado en el segundo piso de una casa y “el teléfono no paraba de sonar; prácticamente ninguno salía de allá, yo no iba a mi casa porque tenía todo, ducha, closet, todo, este es mi cuarto y ahí estaba el estudio de grabación; entonces era genial”, afirma Santamaría.

Poner los pies sobre la tierra

Para Vicente Cortés, encargado de las tertulias literarias, el cine foro y el área de producción de eventos, Suba al Aire es como el cuento de “zapatero zapato”, un cuento de tradición oral que habla sobre un profesor de ciencias sociales muy interesado por la condición social del país y de su entorno particular.

Todos los días se levantaba, leía el periódico y veía todas las atrocidades que estaban pasando y no podía creer cómo la gente no reaccionaba ante eso. Empezó a pararse todos los días en la plaza del pueblo a gritar: “oigan, ustedes, ¿no se dan cuenta lo que está pasando?”.

Dejó de lado su cátedra y se dedicó a gritar lo mismo todos los días en la plaza del pueblo. Un día ya cansado de gritar tanto y de que la gente no le pusiera atención tuvo una idea y esperó a que toda la gente se durmiera y a todos les robó sus zapatos y se los llevó a una montaña muy lejana con un solo objetivo: que por fin, las personas pusieran los pies sobre la tierra.

Este objetivo de Suba al Aire no sólo se definió para la audiencia, también marcó a los integrantes del proyecto, porque estar encerrados en una casa produciendo radio no era nada rentable para ellos. Aunque su fin nunca fue hacer dinero sí necesitaban generar lo mínimo para autosostenerse y pagar servicios en la casa. Al estar tanto tiempo metidos en la casa y transmitiendo “al aire” los servicios llegaron demasiado caros y ahí fue donde tocó replantear el proyecto.

Además de manera simultánea, desde el inicio se dictaban talleres de formación para la comunidad, lo cual lo hacía mucho más complicado. En ese momento, se reunió todo el grupo de Suba al Aire y tomaron una decisión: cerrar la emisora, dejar de transmitir el aire y continuar con los talleres de formación.

Paralelo a esto se estaban construyendo las casas de la cultura en Bogotá, para las cuales la de Suba fue la pionera. En el proyecto de organización y servicios que tenía la casa debía incluirse un eje de comunicaciones, para lo cual se invitó a los productores de Suba al Aire a que hicieran ese espacio. Les dio el lugar sin cobrarles nada, pero de igual forma tampoco les pagaba nada por su trabajo.

Un cambio inesperado

Para ese mismo año se trastean, prácticamente demuelen el segundo piso de la casa de la cultura para poner allí el estudio de grabación. Se ubican pero al conectar todos los equipos e intentar transmitir al aire se daña el transmisor por una mala conexión y toca mandarlo a arreglar a Argentina. Esto implica que se queden un año más fuera del aire. Aún así, los talleres de formación continúan y cada vez las caras líderes van cambiando.

Un año después regresa el transmisor, la franja se reduce, se transmitirá de 2 p.m. a 11 p.m., pero se incluye más a la comunidad. Se hacen trabajos con niños, con adultos, todo proveniente de la comunidad y reflejado hacia ella.

Pasados dos años, ocurre una tormenta eléctrica que marca la historia de Suba al Aire como emisora, más no como proyecto comunicativo y es que a causa del fenómeno, la cola de un rayo cae en la antena y hace que toda la corriente se devuelva quemando así los equipos y generando millonarias pérdidas. Ante este suceso y con la escasez de recursos, Suba al Aire como emisora diaria se despide de sus oyentes. Además, las emisoras comunitarias fueron prohibidas a finales de 2006 en Bogotá, por una decisión del Ministerio de Comunicaciones, mientras se adelanta un nuevo proceso regulatorio de las mismas.

Los talleres continúan, la gente viene y va, los muchachos salen muy bien preparados y los más pilos se quedan trabajando por el proyecto. En este momento, los gestores del proyecto ya no están, pero sigue gente que se vinculó con los años y trabaja con las mismas ganas por la comunidad.

“Yo siempre seré Suba al Aire, toda la vida”

“Suba al Aire brinda herramientas para tener una vida en la que aporten a la sociedad, que se vuelvan útiles para la misma”, afirma Fabián Álvarez. Siempre están vinculadas personas de la localidad. En este momento todos los que trabajan allí son de Suba, no es un requisito pertenecer a esta localidad, el requisito es tener ganas, pero a partir del proyecto de comunicación se ha ido conformando el equipo y para bien o para mal, todos son de la localidad.

Es una manera de generar conciencia social, como lo decía Vicente Cortés, “no tanto con el sentido de que vamos a abrir los ojos sino generar un poco de cuestionamiento frente a la situación local y nacional, Zapatero Zapato lo hizo con zapatos, nosotros lo hacemos a través de lo audiovisual, lo radial, del mundo de las comunicaciones”.

La aceptación de la gente de la comunidad ha ido en aumento, se reconoce no sólo por los talleres sino por la historia y el recorrido. Son muchos los momentos y los recuerdos que tienen los ciudadanos de Suba al Aire, y “es evidente que hay una aceptación que se ve en la medida en que la gente pide más talleres, la recepción de la gente es totalmente satisfactoria”, afirma Cortés.

Lo bonito de Suba al Aire es la afectación que tiene en los proyectos de vida de los jóvenes, les brinda herramientas tanto técnicas como teóricas no sólo para realizar un trabajo profesional sino para una vida real. “Involucra toda la parte técnica con lo social y lo local, te inculca el sentido crítico y la apropiación del entorno en el que te estás desenvolviendo. El compromiso social sería el fuerte de Suba al Aire”, afirma Vicente.

Todos y cada uno de los personajes que han pasado por los salones o por los estudios de grabación de audio o de edición de video de Suba al Aire, tienen algo en común y es que a todos, este proyecto les cambió la vida.

“Yo siempre seré Suba al Aire, toda la vida”, afirma Fabián mirando fijamente el suelo, y tocándose la barbilla. Afirmación que no sólo es cierta para él, sino que es una realidad para todos aquellos que forman parte de este proyecto en la actualidad o que alguna vez lo fueron.