Iramain: impresionista del arrabal

Hasta el 17 de agosto en la sala Victoria del Museo Quinquela, en La Boca, se exhibe la obra del artista argentino.

Por: Buque de Papel, Buenos Aires, Argentina. Info y fotos: Buque de Papel y Museo Quinquela


Hay dos formas de recordar a quien ya partió de este plano y no está entre nosotros: escuchar su voz en alguna grabación y verlo en video, o, en el caso del artista argentino Demetrio Iramain, apreciar su obra exhibida en el Museo Quinquela Martín, de La Boca.


Y se pudo tener las dos: la primera, fue la grabación de audio que una de sus nietas le hizo en 1985 con preguntas para una tarea del colegio, donde el hombre -ya con 80 abriles- responde ratificando su don de gentes y su sencillez y humildad a toda prueba, valores que lo llevaron a ser considerado uno de los mejores pintores de las costumbres cotidianas del norte argentino, y como no, de La Boca.


La segunda forma de recordarlo es apreciar el montaje que el museo hizo y exhibe hasta el 17 de agosto, con obras de propiedad de la institución y la mayoría por el préstamo que hizo su descendencia.


Para su nieta Soledad que los visitantes puedan conocer la obra de Iramain la llena de orgullo, porque fue el ambiente que tuvieron toda la vida mientras el abuelo vivió, al verlo y sentirlo pintando, siempre ante el caballete. Así se lo explicó a sus dos hijos que la acompañan junto con su esposo en este sábado frío.


En la grabación Demetrio Iramain se declaraba impresionista, no solo por su admiración a los grandes del movimiento, como Monet, Manet, Renoir y a quienes lo llevaron a otra etapa, como Pisarro, con el puntillismo, además del inclasificable Van Gogh. Todos ejecutores del instante y de la luz.


Para Iramain, esta, la luz, “es Dios”. En sus obras predomina y en la captación de los colores de los paisajes y costumbres de su Tucumán querido, la tierra donde vivió y amó, de su arrabal y por supuesto de los conventillos de La Boca, donde no hay colores ni rivalidades como en el fútbol: solo diversión de almas inocentes. 



Su fe la ratificó en sus cuadros luego de recuperarse de una trombosis, cuando empezó a firmar pintando una cruz al lado de su nombre. “Era muy creyente y siempre lo expresó”, concluyó Soledad.