“ Si Manuel H. no te ha retratado, entonces no has vivido… ”
Semblanza del fotorreportero colombiano. Infección pulmonar termina con su vida a los 89 años. Retrato.
Foto: Buque de Papel
Por: Carlos Fernando Álvarez C. , Buque de Papel * , Bogotá . Fotos: Buque de Papel, Manuel H. y Asociación Colombiana de Fotógrafos.
Con esta frase, sus tarjetas de presentación condensaban más de 60 años de trabajo ininterrumpido obturando y disparando flashes en la capital del país.
Así se presentaba Manuel Humberto Rodríguez Corredor, Manuel H., uno de los fotógrafos del “bogotazo” y del crimen del siglo, como fue el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
Aunque empezó siendo ayudante de la tipografía “Prag”, de su padrino, el trabajo con las planchas y el linotipo quedó en un segundo plano, cuando con una camarita pequeña comenzó a tomar placas en el circo de toros, en el centro bogotano, años antes de la fundación de la actual plaza Santamaría.
Desde ese entonces pasó a convertirse en uno de los personajes de la ciudad y del país, y a codearse con los políticos que buscaban el ángulo humano y alguna postulación, cuando se vivía en las cavernas de la violencia partidista, así como a reflejar, en sus fotos, el crecimiento de una ciudad que pasó de ser el pueblito enclavado en los andes a la capital del Transmilenio y de los 8 millones de habitantes, y creciendo.
Foto: Manuel H. Cortesía. El de pie, en el centro, es el expresidente Betancur, en plena campaña.
Belisario Betancur atropellado por un novillo, la junta militar golpista de Rojas Pinilla, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Alfonso López, Alberto Lleras Camargo, todos políticos que llegaron a destacarse por algo, por ser presidentes del país, o por morir asesinados por las balas de los narcos y políticos rivales.
Foto: Buque de Papel.
Por sus cámaras, que están guardadas en una vitrina en su gabinete del centro, pasaron también las imágenes del horror, como la del bogotazo, la del asesino de Gaitán, Juan Roa Sierra, linchado, y en su memoria lo sucedido con la matanza de los estudiantes en el centro bogotano, y la golpiza en la plaza de toros, ambos desmanes del dictador, el general Gustavo Rojas Pinilla.
Aunque también temas más tranquilos, como la única reina universal de belleza de Colombia, Luz Marina Zuluaga, las primeras de Santa Fe y Millonarios en el Campín de un solo piso, o incluso, una de Soda Estéreo, en 1987, cuando vinieron por primera vez al país.
Foto: Manuel H. Cortesía. Manolete.
Pero quizá la foto que le dio esa fama a Manuel H., como él mismo lo reconocía, fue la de Manolete, en 1946, aquí en la plaza de toros de Santamaría. Tenía la mirada perdida, incómoda, fuera de lugar, triste y como de muerte, como presintiendo el final que ocurrió la tarde de ese 27 de agosto en Linares, España, cuando el toro de raza miura, llamado “Islero” le ganó la lucha al humano. Ese año, Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, Manolete, pensaba dejar el toreo. Ambos, fotógrafo y torero, hasta se llamaban igual: “Manuel Rodríguez”.
Aquí la entrevista que realizamos en Buque de Papel, en 2007, en la preparación de un libro sobre el magnicidio de Gaitán y de su vida como fotógrafo. Al final, la infección pulmonar que arrastraba desde su entonces como linotipista, aspirando plomo y la polución terminaron por quitarle el ánimo, como empezó a suceder hace cuatro años, cuando falleció su esposa, su compañera de toda la vida:
M anuel H. y el arte de retratar la vida
La vida de Manuel H., Manuel Humberto Rodríguez Corredor, su seudónimo, ha pasado a una velocidad de 24 fotogramas por segundo, como si fuera una película de cine, alguna de las que se exhibían en el Teatro Olimpia de Bogotá.
No muy lejos de allí, sobre la carrera séptima con calle 22 se encuentra su estudio fotográfico, en un segundo piso, donde la historia bogotana y política de Colombia ha desfilado a través de sus lentes.
De diferentes tamaños y ampliaciones, desde los rostros para un documento, como otras no muy comunes, como la del eterno candidato presidencial Belisario Betancur, quien a la postre fue elegido, atropellado por un novillo, las fotografías de su estudio tienen algo por contar, expresiones por reflejar y mucho de la vida congelada, en el instante preciso, del dedo de este bogotano de nacimiento presionando el obturador.
La mirada de Manolete, tal vez su fotografía más famosa o las que hizo el 9 de abril de 1948 en pleno "Bogotazo", son dos de sus cartas de presentación a la hora de recordar su vida detrás de una cámara y en la bohemia de una ciudad atropellada por el crecimiento trepidante.
Hablamos con Manuel H., en su estudio, sobre sus recuerdos y sobre los instantes fotografiados de los toros y los sucesos políticos, como el 9 de abril del 48 en una Bogotá cada vez más lejana.
Fo t o: Buque de Papel
Y por fin decidió hablar. Calló durante años por el temor a las represalias, las mismas con las que torturaron, desaparecieron o asesinaron a muchos de sus conocidos, y quienes sucumbieron en el baño de sangre que se derramó luego del asesinato de Gaitán (…)
El año entrante se cumplen 60 del magnicidio, y reconoce, con ese humor negro que caracteriza a los bogotanos, que había que hablar “porque presiente que no va a tener más tiempo para hacerlo”. Y se ríe.
Ese diálogo surgió mientras Manuel H. trabajaba, junto a su hermano y a su nieto, en unas ampliaciones a blanco y negro del paseo de una familia anónima.
"Este es un estudio fotográfico y hay que ofrecer el servicio a todo el mundo, así no sea famoso", asegura su nieto Alejandro.
Buque de Papel. Manuel H . , ¿Por qué la afición por los toros?
Manuel H. Yo nací cerca de una plaza de toros que había frente a la estatua de , hoy día, en la calle 25 con carrera 13. Me vinculé taurinamente por decirlo así, cuando era niño, como a los 10 años. El señor que manejaba la plaza nos dejaba entrar gratis. Ahí comenzó el ‘problema’ de la afición a los toros. Esa plaza la construyó el señor Ignacio Sanz de Santamaría, quien después importó toros desde España. Y comenzó a construir la plaza de toros actual. En ese entonces se llamó de San Diego y después de Santamaría.
Llegó la crisis mundial del 29 y del 30. El señor Santamaría estaba muy endeudado. Al cabo del tiempo no pudo pagar los impuestos y comenzaron a vender los toros españoles como carne para pagar la deuda. Como no pudo pagar los impuestos, el municipio de Bogotá embargó y se quedó con la plaza de toros.
Fo t o: Manuel. H. Cortesía.
B.P. Esa parte del centro, donde es tá ubicada la plaza de toros es muy famosa. El ambiente taurino aún se respira en temporada...
M.H. Sí, es algo que aún predomina. Pero en ese sector también había otras diversiones, como en el teatro Olimpia, donde montaban un Ring de Boxeo y ese era uno de los espectáculos a los cuáles asistíamos. Recuerdo que Bogotá para esa época era pequeña y el sistema de transporte no era complicado. Sobre la calle 25 subía un tranvía, que llevaba al pueblo hacia el barrio Olaya Herrera, en el sur de la ciudad y otro hacia Chapinero, al norte. Ese punto de la ciudad, además de de Bolívar y la carrera séptima eran muy concurridos desde esos años y desde siempre.
B.P. ¿Cómo se metió en el mundo de la fotografía?
M.H. Mi padre me llevó a los 12 años a donde mi padrino Carlos García, que tenía una imprenta, la imprenta ‘Prag’. Allí me puso a llevar paquetes y a barrer. Era lo normal. Al cabo de un poco de tiempo, ya manejaba las máquinas de imprenta. De manera que mi profesión propiamente dicha era la de tipógrafo.
En ese tiempo había comprado una camarita, como en 20 pesos. Era muy sencilla, para tomar fotos en la casa. Era una cámara de cajón, cuadraditas, con dos lentes, uno para mirar y otro para tomar la foto. Yo tomaba fotos de la casa, de la familia, de los vecinos.
Entonces, mi tío Alfredo en Medellín me invitó a unas vacaciones. Estuve allá. Y tengo todavía la foto que le tomé en grupo a la familia. Se me ocurrió en ese momento firmarla como "Manuel H". No sé qué me impulsó a ello. Yo no tenía profesión de fotógrafo. La firmé como Manuel H.
B.P. ¿Por qué Manuel H . ?
M.H. Hay dos momentos para ello. Como tomo la vida por humor, un día nuestro Nobel, Gabriel García Márquez dijo que la ñ y la h no tenían servicio dentro del idioma y había que quitarlas. Por eso yo le dije que por qué se "metía conmigo, con , que por qué me la quería quitar (risas).
El otro momento fue en una entrevista con José Gabriel Ortiz, el del programa “Yo José Gabriel”, y a la entrada del estudio, de boca, me dijo ‘ya descubrimos cuál es el factor de eres Humberto’.
Y yo le contesté algo rápidamente, claro, con humor: ‘yo no soy Humberto. Cuando a uno lo bautizan no le piden concepto de qué nombre quiere. A mí me pusieron ‘Hermelindo’ y me daba una pena tremenda que me dijeran así y por eso lo cambié a Humberto’.
Fo t o: Manuel H y la Rolleiflex . Buque de Papel
B.P. Manuel H. Veo aquí sus cámaras, todas las que han trabajado con usted desde hace más de 70 años. ¿Cuál es la cámara que más quiso y usó en esa época?
M.H. Hace 50 años usamos una cámara alemana de marca ‘Rolleiflex’. Usaba rollos de y no 135 como las actuales, bueno, antes de las digitales. Cada rollo tenía 12 fotos y se ampliaban a 6X6 centímetros. No tenían teleobjetivo como las de ahora, ni motor. Con esa cámara fue con las que tomé los sucesos del nueve de abril. La gente rompía las vitrinas y era muy difícil acercarse por la falta de lentes, como el zoom. Sobre todo cuando estaban causando destrozos o matando a la gente. Sin embargo, se lograron algunas fotos que están por ahí y se exhibieron en una exposición de la empresa de Gas. (Muestra las paredes de su estudio).
El 9 de abril
B.P. ¿Cómo recuerda los momentos previos al 9 de abril?
M.H. El ambiente político era muy difícil. Tal vez como ahora, pero con carácter más marcado entre la política y sus instrumentos para ejercerla. Ante todo, en la diferencia de criterio entre ser Conservador y ser Liberal. Y tener alguna de las dos tendencias era un problema serio.
Políticamente, el partido liberal se abstuvo de votar en las elecciones presidenciales de 1946, donde salió elegido el conservador Mariano Ospina Pérez. La violencia política ya se había instalado y dejaba muertos y muchas otras cosas dolorosas. En ese entonces, el partido liberal lanzó como candidato a la presidencia al doctor Gabriel Turbay, pero ya había surgido un líder popular y muy querido por ese pueblo raso, y era Jorge Eliécer Gaitán. Era el candidato de la gente y fue disidente del partido. Los resultados de las elecciones lo dejaron segundo y a Turbay tercero, por lo que los oficialistas tuvieron que entregarle las llaves de la casona de la 34 con Caracas, donde aún funciona hoy la colectividad. Bogotá era una ciudad que se consideraba de mayoría liberal, pero sobre todo gaitanista y así lo ratificó en las urnas.
Fo t o: Manuel H. Cortesía
B.P. ¿Cómo se enteró del atentado?
M.H. El doctor Gaitán tenía su oficina de abogado en la carrera séptima, entre calles 14 y la Avenida Jiménez, en el edificio Agustín Nieto Caballero. Ahí había dos líneas de tranvía. Una iba hacia el sur y otra hacia el norte de la ciudad. Era un sitio muy concurrido. Al lado de su despacho, había una cigarrería que llamaban la "arrancaplumas", porque allí se la pasaban los políticos para comentar su oficio y "despellejar" a sus opositores.
Al frente de la oficina había dos cafés: Colombia y el Inca. Para esa época yo era conocido por mi ambiente taurino y porque ya había tomado mi foto de Manolete cuando estuvo en Bogotá, y eso me dio cierto prestigio entre la gente. Yo vivía en el barrio de , arriba en el centro. Ese día, mi hermano estaba conmigo y se quedó jugando billar en el Inca. Decidí salir del café y subir a la casa. En el transcurso del trayecto alcancé a escuchar por Radio Santa Fe que le habían disparado a Gaitán al frente de su despacho, es decir algunos minutos después de irme del lugar.
Entonces, regresé con la cámara y comencé a tomar fotos. El riesgo era tremendo. Tomé los destrozos a donde sacaron varillas y machetes. Luego subí a la Clínica Central de Bogotá, en la calle 12 con carrera cuarta, y logré las fotos del doctor Gaitán. Después me fui al Capitolio y a de Bolívar, donde la turba intentaba llegar.
B.P. E n internet, varios portales al reunir y resumir diferentes publicaciones sobre el B ogotazo, como la de Arturo Á lape , y las crónicas y recuerdos de García Márquez, en “Vivir para Contarla”, hablan del “fotógrafo desconocido”, de uno que llegó y fotografió a Gaitán en el piso moribundo, y que un testigo lo apremió a tomar las placas del asesino, que era golpeado por los lustrabotas. ¿Usted es ese fotógrafo?
M.H. A ese punto llegamos Saddy González, otros colegas, y yo. Era tal la confusión, que nadie sabía qué hacer. Yo no era reportero como Saddy, era fotógrafo de toros. Muchas me quedaron desenfocadas y no muy bien. El miedo nos paralizaba y obligaba a actuar a todos. No sé si fui yo el desconocido al que hace referencia Gabo, pero de lo único que hay certeza es que disparar el obturador fue nuestro seguro de vida. Sí logré entrar al hospital y ver el cuerpo de Gaitán y tomé esas placas con los médicos que intentaron salvarlo.
B.P. La historia asegura que Juan Roa Sierra fue quien le disparó a Gaitán, pero hay otras versiones de que no fue el único, que hubo otro o dos tiradores más…
M.H. Roa Sierra tuvo que ser quien le disparó a Gaitán, porque el lugar del atentado era un sitio muy concurrido y cientos de personas lo señalaron. No se podían equivocar.
B.P. Usted fue el único que pudo tomarle fotografías a Roa Sierra ¿Cómo lo logró?
M.H. Después del atentado, Roa Sierra se refugió en un café que había debajo de la oficina del doctor Gaitán. De allí la gente lo sacó. Pudo escapar y refugiarse de nuevo en la droguería Granada, que es más o menos donde hoy queda la papelería Panamericana, sobre la Séptima con Jiménez. Ahí rompieron las rejas y lo volvieron a sacar esta vez para lincharlo. Según deducciones que hicimos después, y durante mucho tiempo, es que quienes primero hirieron a Roa Sierra, por un golpe que le dieron en la cabeza, fueron los emboladores del sector. Luego lo halaron de dos corbatas que llevaba anudadas igual, pero de diferentes colores, tal vez para despistar, y lo volvieron pedazos. La ira de la gente era incontenible y la idea de los linchadores era llevarlo hasta la Casa de Gobierno, en ese entonces, el Palacio de San Carlos.
Las imágenes de cine que se conocieron las hizo un extranjero a las afueras del Café OK, monseiur Rieux, al frente del despacho de Gaitán, y donde funcionaba una filial de la Kodak, quien grabó el momento en que arrastraban el cuerpo de Roa Sierra hacia el Palacio. Mientras tanto, me fui para de Bolívar, y en la calle novena con la calle séptima había un Batallón del Ejército. Su misión era impedir que la turba llegara hasta el Palacio. Los linchadores no pudieron avanzar y decidieron dejar el cuerpo de Roa a la entrada del Colegio San Bartolomé, en la calle Décima con Carrera Séptima.
Me atreví a tomar una foto y un oficial me increpó. Me devolví con un pañuelo amarrado a un palito como en señal de paz y le hice otra placa al cadáver en el suelo. Después tomé fotos de las ruinas y como a las cinco de la tarde empezó a llover y oscureció temprano. Me fui a la casa y me guardé toda la noche. Se oyeron disparos de los francotiradores toda la noche. Sólo hasta el otro día salí de nuevo a trabajar para constatar todos los destrozos. Luego bajé hasta el Cementerio Central, zona que era mi vecindario de niño. Habían llevado tantos muertos que tocaba caminar por encima de los cuerpos. Entre los cadáveres había uno casi desnudo –solo tenia los jirones de los calzoncillos y las dos corbatas al cuello-, destrozado e irreconocible. Los médicos legistas le tomaron las huellas y resulto ser Roa Sierra. Allí le tomé otra foto, la que se conoció del asesino.
E l registro de un crimen
B.P. ¿Quién era monsieur Rieux , el que grababa?
M.H. Un francés que era dueño del almacén Kodak, decía, en uno de los libros que publicó sobre el caso. Yo compré y leí los libros años después, pero nunca lo conocí personalmente. Él ya murió hace rato y sus afirmaciones, como la de que había un caballero alto, rubio, bien vestido, con pinta de extranjero, alentando a la multitud a llevar el cuerpo de Roa Sierra a la Casa de Gobierno quedaron para los anaqueles, sin nada más que lo compruebe.
B.P. ¿Usted cree que el gobierno de Mariano Ospina tuvo que ver con la muerte de Gaitán?
M.H. No, yo no creo, no me atrevo a decirlo. Aquí vino la nieta de Gaitán a hacer un reportaje, que luego se volvió documental. Y le dije que si Gaitán no hubiese muerto como murió, si hubiese fallecido de una gripa no hubiese pasado nada, pero fue un asesinato, y eso conmueve y duele, sea quien sea. Ella se fue molesta.
B.P. Se han escuchado teorías todas, que la CIA, que el Gobierno, que los dos, que los comunistas mismos, que los liberales, pero se llegó al extremo, y lo dijo el también fallecido expresidente Alfonso López, que a Gaitán lo habían matado por un lío de faldas. Dice el poeta Jota Mario Arbeláez en su columna del 20 de julio de 2006, en el diario El Tiempo: “ El doctor Alfonso López Michelsen, con el 'venenete' que lo caracteriza, dijo a Enrique Santos Calderón en su libro Palabras pendientes -y se lo sostuvo a este columnista en su biblioteca (de él)-, que el crimen de Gaitán había obedecido "a un lío de faldas". Afirmó más linfático que, cuando dio por primera vez esa declaración, doña Amparo y doña Gloria, esposa e hija del tribuno del pueblo despachado por mujeriego, según él, le retiraron hasta el saludo”. ¿Gaitán era así?, ¿era esto posible? O como siempre, en un crimen de estado, ¿se busca minimizar para quitarle la importancia y gravedad que tiene para un estado violador de los derechos humanos como el colombiano?
M.H. Eso fue lo que se dijo, pero no me meto en la vida de nadie. Ni en la de Gaitán. Yo viví el 9 de abril desde lejos, como un espectador, pero no fui el protagonista del 9 de abril. Y menos para saber si fue por un lío de faldas, algo que suena aún hoy descabellado.
B.P. Volvamos a ese día ¿Qué lo motivó a trabajar de esa manera, a enfrentarse al peligro?
M.H. No lo sé. Tal vez algo fue interno. Es ese momento el que le dice a uno “sea fotógrafo”, no otro. Por ejemplo, la foto de Manolete ya la había tomado y fue valiosa porque su vida termino en tragedia, y su expresión denotaba ese presentimiento. Si no hubiese muerto en tragedia la foto no valía nada. Cuando le tomé la foto al cadáver de Roa Sierra, Felipe González Toledo, periodista de El Espectador me pidió el favor de que le prestara el rollo. Al salir publicadas las fotos sentí que nació la reportería gráfica para Manuel H. Ahí me olvidé de la tipografía, mi primer oficio.
Foto: Gabo. Manuel H.
Foto: Galán. Manuel H.
Foto: Luz Marina Zuluaga, primera Miss Universo colombiana . Manuel H.
Foto: Manuel H.
Foto: Manuel H.
Foto: Manuel H.
*Fotografías del portal de la Asociación Colombiana de Fotógrafos. http:// www.asofoto.com/ExpoManuelH/exposicion_-_manuel_h_.htm