Soñé que era la tierra : Armero

Hace 24 años presenciamos la desaparición del pueblo de Armero, y de 23.000 habitantes. Poema.

Por: Anabel Torres , Especial para Buque de Papel , Cali

Cuando se conmemora un aniversario más de la peor tragedia natural ocurrida en Colombia recordamos con amor a sus víctimas, las vivas y las muertas. Va todo mi afecto.

Soñé que era la tierra

Que me besaban

las bocas de los muertos boca abajo;

que una niña

cercada por los granos de café

con su dedo hecho hielo

me horadaba;

que las madres

explotaban con sus puños mis entrañas

y con sus gritos

lanzaban garfios a mi fondo

para llamar sus hijos…

Que me llenaba de ganado inmóvil,

de perros, de esqueletos y de pájaros

y que el tambor de un niño

seguía llamando en mí los guantes blancos

de su niño-dueño.

Soñé que me inundaba el lodo,

que las rocas y truenos

robaban mi amarillo,

mi verde,

y que a lo lejos un león rugiendo

se desprendía del rojo de la noche

y me mordía

… y yo sangraba.

Soñé que el viento

me arrancaba los árboles,

que me ahogaba el agua,

que me cubría de azufre y lamparones.

Soñé que un pueblo blanco

se me incrustaba en el costado:

un pueblo donde las ancianas

tejen redes y hamacas y mortajas

y mascan cigarrillos de ceniza;

donde los hombres y sus tiples

se abrieron contra el techo;

Un pueblo florecido de morado

donde los niños

no jugaron más a la golosa

y cambiaron el esconde-el-anillo

y el Materilerile

por un Ciérrate Sésamo

y el sonajero azul

por un collar de dientes y falanges.

Soñé que me llenaba de cuadernos oscuros,

de cadáveres de agujas y lápices,

de billares, sombreros, cafeteras y velas apagadas

y prendidas

y camas y periódicos;

y que nadie apagaba la sirena

del radio

o los televisores

y que en mí naufragaron los teléfonos.

Soñé que era la tierra

y en mí flotan

los ojos de los niños como peces;

que en mí gritan

los gritos de las madres

reventando mi capa como panes de levadura incontenible;

que soy Armero como un Gulliver

que se quedó escondido…

que se quedó enterrado

vivo.

Soñé que era la tierra y cuando desperté

lloraba. Era Colombia

y me duele la hierba, las peñas y los ríos,

las montañas,

el cielo con sus grises tiburones,

me duele el mapa con sus guayacanes.

Me duelen los muñones, las fosas, las banderas,

las ollas enterradas, las cucharas,

las muñecas,

la brisa, los relojes,

y hasta me duele el sol

y las estrellas.

Me duele el pecho

en todo su noviembre.