Dinosaurios de la máquina de escribir

Los tramitadores de Catastro en Bogotá.

Por: El Buque de Papel , Bogotá

Los dinosaurios tenían que cumplir una ley natural, al momento de caer el meteorito: sobrevivir. Los que así lo hicieron, emigraron a zonas donde se pudo conseguir alimento y mutaron. Muchos perecieron en el intento.

Y esta anécdota, que parece extractada del cuento más corto del mundo, el de Augusto Monterroso y su dinosaurio parece que se trasladó a Bogotá, a la zona del Catastro, en el centro citadino, donde los antiguos tramitadores de los formularios de impuestos distritales, se sientan detrás de una mesa de madera, y acondicionan un parasol para los días de canícula, a la espera de algún cliente mayor de edad o que no manejen computadores. Y llegan.

Buque de Papel habló con dos de los tramitadores, Jorge Caicedo y José Fúquen, que de entrada marcan diferencia con los antiguos “tinterillos” del centro, aquellos que se ubicaban entre las carreras octava y décima, con calle 16, y con el mismo estilo, llenaban minutas y denuncias o demandas que se radicaban en los juzgados de la Décima.

“Ellos no eran abogados, a duras penas estudiantes, o autodidactas como era en ese entonces. Nosotros buscamos dar un servicio a los que pagan impuestos y no tumbarlos”, afirma Caicedo, quien recuerda que algunos tinterillos eran unos avivatos.

-¿En estos tiempos de computadores sí vienen clientes?

Sí, vienen, aunque usted no lo crea.

-¿Y qué trámites ayudan a hacer?

Ninguno diferente al lleno de los formularios., Hay mucha gente mayor y a veces del campo que no manejan computadores. A otros ya se los llenan en la casa, pero unos más les da vergüenza y prefieren que los devuelvan de las ventanillas por no llenarlos bien.

-Sus máquinas de escribir son de las buenas marcas, como Remington, ¿pero aún se les puede hacer mantenimiento?

Sí, viene un señor que dice ser técnico y las repara por dos, o tres mil pesitos. Lo otro es aceitarlas.

-¿Y todavía se consiguen los carretes de cinta?

Sí, en las papelerías de barrio. Y cuestan dos mil pesos, por mucho.

-¿Sólo llenan formularios?

No, a veces vienen a que les pasemos cartas a limpio, pero son raros los casos. Con eso del internet…

-¿Cartas de qué temas?

De todos, hasta de amor. Una vez vino un cliente a que la pasáramos una carta para el amor, que era otro hombre. Y al otro día llegó otro personaje a que la pasáramos un escrito anónimo revelando los amores de estas dos personas (risas).

-¿Y cuánto cobró?

Dos mil pesos…

-¿En este sector hasta cuándo?

Por ahora no molestan. Pero estaremos aquí hasta que se pueda.

-¿Y da para vivir?

Para sobrevivir.