Un clown un niño, un niño un clown
Entrevista a Elvira Durango, artista y compañera de Juan Francisco Moreno, clown ecuatoriano.

Foto: Buque de Papel
Por: Diego Morales Oñate, especial para Buque de Papel, Quito, Ecuador
El movimiento clown en el país cada vez crece más, y eso es algo que en realidad nos alegra mucho, ya que, la risa, las emociones y las sensaciones de paz son reemplazadas con mayor facilidad por el mal genio, el estrés propio de la ciudad y el ajetreo de las actividades diarias.
El clown es algo que ha ido evolucionando cada vez de mejor forma, ya que un verdadero profesional de este arte es más que maquillaje, ponerse disfraz, hacer muecas; debe responder a un trabajo consciente y responsable, apoyado en otras ramificaciones de las artes escénicas para lograr dar una presentación de mayor calidad.
La risa responde a un proceso de naturalidad y espontaneidad y un clown debe transmitirla, para que se contagie con el público, debiendo muchas veces liberarse de sus máscaras y de sus espíritus.
Si logramos reconocer en nuestra intimidad lo ridículos que podemos ser y ponemos a disposición esa vulnerabilidad propia de la humanidad, lograremos ser libres y verdaderos. El trabajo de un clown consiste en expresar esa intimidad de manera cómica para lograr que meditemos de forma divertida lo que está haciendo y lo que nos transmite.
Avanzar en edad, arrugas, canas, adquirir experiencias y a pesar de alcanzar ciertos grados de madurez, siempre tenemos algo de niños en nuestro interior así haya quien se resista a admitirlo. En cada niño hay un clown –que no es lo mismo del payaso, porque este último sólo busca diversión a partir de la ridiculización del otro-. El clown es más profundo y espontáneo, por ende, todos tenemos algo de ellos.
Recordar cuando fuimos niños siempre es motivo de gratos recuerdos, momentos libres y sin responsabilidades. Si el mundo tendría más de esa ternura y pureza en todos sus aspectos sería una opción real para salvar el mundo tan contaminado en el que vivimos.
Juan Francisco Moreno, uno de los clowns utiliza una mezcla de humor con su muy buena declamación poética, otorgando a la obra un aspecto de seriedad entre risas, y su compañera de tablas Elvira Durango, una dulce payasita, proyectará tu cara en una televisión con señal universal acorde a tu estado de ánimo y con su espejo hará muchas travesuras. Dos Clowns de un tiro, dos monólogos en clave de clown, “Ensayando la Obra y Narcisa”, del director Carlos Gallegos.
Conversamos con más detalle con Elvira y nos contó lo siguiente:
Buque de Papel. ¿Hay alguna diferencia entre un clown y los payasos tradicionales?
Elvira Durango. El término Clown es anglosajón y significa payaso. A pesar de esa definición formal el payaso y el clown son dos técnicas diferentes. El clown es una técnica muy antigua acuñada en los últimos tiempos por Jaques Lecoq, un maestro francés. El clown es uno mismo a la edad de 3 a 5 años, sin ego, curioso, ingenuo, lleno de energía. No es un niño pero juega mucho, vive en el error y se ríe de sí mismo. El clown no necesariamente porta nariz roja, un ejemplo es Chaplin que es un clown y no lleva nariz. Por el contrario un payaso es el que se esconde detrás de un vestuario con peluca y zapatos enormes y busca hacer reír. El clown no busca la risa, busca su propio ridículo, ser él mismo y mostrarse tal cual es al frente del público.
B.P. Por el momento ¿cuántas obras tiene y cuál es el target al que va dirigido?
E.D. Tengo dos obras. Narcisa, que es el monólogo de clown con el que me presento en los cafés y en algunos eventos, es para todo público, pero más dirigido a los adultos. La otra se llama “El agua, un recurso retomable”, en la que trabajo con Juan Sebastián Durango en clave de mimo y clown. Va dirigido a niños de todas las edades y la intención es sensibilizar sobre el uso y el cuidado del agua. Ha sido presentada ya a 33 colegios de Quito. Actualmente estoy montando una obra de mimo con José Vacas, para niños.

Foto: Buque de Papel
B.P. ¿Cuál crees que es el mensaje de las obras “Ensayando la Obra y Narcisa”, del director Carlos Gallegos?
E.D. El mensaje de las dos obras es mostrar la fragilidad de una mujer que se preocupa mucho por su apariencia, debido a programaciones culturales y estándares de belleza que imponen que sea delgada. La liberación de eso a través de un pequeño striptease que simboliza la desnudez, como sacarse no sólo las ropas, sino los prejuicios en torno al cuerpo. Ensayando la obra creo que destaca el amor, cómo éste te puede volver loco y frágil, pero como en esa misma fragilidad está su fortaleza.
B.P. ¿Qué refleja el espejo de tu presentación?
E.D. El espejo creo que refleja la sociedad, lo que siempre pide. La distracción de uno mismo, de no ser uno mismo y perderse en un espejo en donde los otros te dicen cómo debes ser.
B.P. ¿Qué es lo más difícil al momento de presentar la obra?
E.D. Creo que mantener la energía y presencia en la escena. Estar totalmente presente para sentir al público, jugar e improvisar con él. A momentos está la presencia pero a veces se va. Ese es el reto.
B.P. ¿Recuerdas alguna anécdota diferente ya sea divertida o difícil en tus presentaciones?
E.D. La primera presentación había un bebé que no paraba de llorar. Me empezó a distraer y sentía que se me estaba yendo el ritmo del monólogo y luego lo utilicé a mi favor. Hice como que el espejo era él, que lloraba y funcionó muy bien.
B.P. Además de todas las formas de maltrato que existe ¿Qué opinión tienes de la indiferencia que sufren los niños?
E.D. Uy, ese creo que es uno de los peores maltratos. Los niños aprenden de los adultos y luego forman su personalidad. Si un niño está en presencia de adultos indiferentes va a convertirse en uno, si no toma conciencia y se deja afectar mucho. El cariño, las caricias y la atención para mí son como una especie de alimento, uno muy importante. Si uno no recibe eso de pequeño se desnutre en ese sentido.
B.P. ¿Qué le falta al movimiento cultural ecuatoriano para que los artistas puedan vivir de su trabajo?
E.D. Creo que todos necesitamos valorar más el arte. El arte para mi también es otro tipo de alimento que no llena el estómago pero sí otras partes mucho más sensibles del ser humano. Una ciudad sin arte se desnutre, la expresión y la belleza son vitales en la vida de cada uno. Creo que la valoración también está desde los propios artistas que muchas veces, por la falta de apoyo, por miedo o por lo cualquier cosa, no valoran su propio trabajo, y así, se hace un círculo vicioso.