Tomás González y el aislamiento

Tomás González y el asilamiento

El escritor Fernando Gómez Garzón decidió reseñar el libro Las Noches todas, que no es otra cosa que la expresión del aburrimiento y de la necesidad de patear el tablero para esquivar a la muerte, así implique aislarse de todo y todos.

Por: Buque de Papel, Bogotá. Info y fotos: El Tiempo, portales y redes

Como dice Mauricio Arroyave, en El Ojo Nuclear, es una profunda reflexión sobre el decidir aislarse y que cae como anillo al dedo en estos momentos planetarios. 

Afirma Gómez Garzón que “la vida es esa manía de creer que se estará mejor en otro lugar; o mejor, de creer que se estará mejor haciendo otra cosa. Y entonces se descubre uno andando de aquí para allá, siempre inquieto, siempre diligente, en un emprendimiento que no se sacia sino con la muerte, o con el cansancio, que viene a ser lo mismo”.

La reseña manifiesta que, “retirado ya de la enseñanza, un profesor universitario lleva ya dos años recluido en el piso alto de un edificio capitalino con vista a los cerros orientales, con la sola compañía de sus libros, para disminuir al máximo las relaciones humanas, hasta que el silencio prolongado termina también por aburrirlo. 

De manera que decide vender el apartamento para comprar una casa al final del casco urbano de la ciudad colonial en la que pasó su niñez, a tres horas de la capital, y dedicarse por entero a la jardinería. Vaya uno a saber por qué al final de los días, cuando se advierte acaso la resignación de eso que ahora llaman la tercera edad, le haya dado por entregarse a una empresa tan descomunal, pues no hay tarea que demande menos afán que diseñar un jardín. 

Quizás lo haga porque, después de todo, la vejez sea justamente no tener prisa. O quizás porque le da la gana. O porque, como él mismo lo narra, “el impulso de hacer es muy profundo, muy fuerte la compulsión por trabajar, bregar, sudar, afianzar, crear”.

Las novelas de Tomás González, como los cuentos de Rulfo, son parsimoniosas. La brevedad de la extensión no implica la rapidez en la lectura. Simplemente el tiempo transcurre en ellas sin premura y uno debe atenerse a leer la trama como quien ve crecer un jardín. Así sucede en Las noches todas, cuyo título alude al tránsito hacia la oscuridad de la que surgimos y a la que inevitablemente el destino nos ha de devolver”.

Es un buen ejemplo para perderse en las hojas de un libro y resistir. 
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