Buenos Aires, ciudad de magia

Buenos Aires, ciudad de magia

Abracadabra, patas de gallo, uno, dos, tres, sople, y aparece…la paloma dentro del sombrero de copa. O la carta que miramos fijamente y tenemos entre el bolsillo, es la misma que nos muestra entre sus manos, sin siquiera tocarnos. O nos saca una moneda de detrás de las orejas, o un ramillete de flores plásticas. Todos trucos hechos por un personaje especial: el mago que contrataron para la Primera Comunión, la piñata, la fiesta con los amiguitos del colegio, o el cumpleaños, junto a los payasos y al pastel.

Por: Carlos Fernando Álvarez C., Buque de Papel, Buenos Aires


Abracadabra, patas de gallo, uno, dos, tres, sople, y aparece…la paloma dentro del sombrero de copa. O la carta que miramos fijamente y tenemos entre el bolsillo, es la misma que nos muestra entre sus manos, sin siquiera tocarnos. O nos saca una moneda de detrás de las orejas, o un ramillete de flores plásticas. Todos trucos hechos por un personaje especial: el mago que contrataron para la Primera Comunión, la piñata, la fiesta con los amiguitos del colegio, o el cumpleaños, junto a los payasos y al pastel.


Trucos más sofisticados que Gustavo Lorgia, en Colombia, puso en una caja, en un set de magia, con el que en esas mismas fiestas ya no se necesitaba del mago, porque los niños de hoy ya no les creen, así como tampoco a los payasos.


Pero más en serio, hay magos buenos, regulares y malos, como todo profesional en la vida, y aquí en Argentina, un buen día decidieron montar la primera Escuela para enseñar este arte milenario, que entretenía reyes en la Edad Media, que se enseñó de boca en boca a lo largo de los siglos; que tuvo a los primeros showman magician, dueños del espectáculo, como Harry Houdini, y cuya senda continuaron otros como David Copperfield, o el polémico Cris Angel.


Magos de una sola mano, como René Laband, considerado el más grande de Argentina, según Marcelo Inzúa, el director de la escuela, que hace parte del Bar Temático de Magia, ubicado en la Calle Carlos Calvo, en el centro bonaerense.


Sin ser mago, aunque autodeclarado fanático por la magia, Inzúa le dio el carácter gerencial al bar y a la escuela, como a la producción de los sets de magia, que hoy está exportando a Japón, Europa, Estados Unidos y oriente, como Hong Kong y Australia, bajo el sello ‘Tango Magic’, donde trabajan 25 personas. 


“Hace 15 años me surgió la idea al viajar por Madrid. No hay más de 10 bares temáticos en todo el mundo. Al principio se llamó Mandrake, pero nos requirieron los dueños del nombre desde Estados Unidos y nos tocó cambiarlo. Esta fue la primera escuela organizada de magia de la Argentina, con un programa, un cronograma sistematizado, con diferentes profesores y muestras de los alumnos cuando terminan los niveles. La escuela cumplió 10 años de vida ahora en septiembre. 


Buque de Papel: pero ¿usted es mago?


Marcelo Inzúa: no, soy aficionado. Llegué a ella a los 17 años. Hoy tengo 40 y recuerdo que fui a estudiar con un mago que daba clases en su casa: Curtis. Estuve dos o tres meses nada más, porque para ser un buen mago, hay que ser un buen artista, y por eso me dediqué mejor a la parte empresarial. El glorioso Fumanchú, que fue uno de los magos más reconocidos del mundo y que vivió muchos años en Argentina hasta su fallecimiento en 1974, decía que el mago era un 80 por ciento actor, y un 20 por ciento, mago. En la década del 30 o 40, Fumanchú era el mejor mago en escena del mundo, porque ya no estaba Houdini. Por eso quiero estudiar magia y no hacer magia.


B.P.: ¿Qué edades tienen los que vienen a estudiar magia a la escuela?


M.I.: de los 150 alumnos que tiene la escuela, sólo un 10 por ciento es de jóvenes y niños. La mayoría de nuestros estudiantes son personas adultas, entre 35 y 40 años, para quienes la magia sirve como cable a tierra, terapia contra el estrés, y que no hacen de ella su actividad principal. El mayor mercado son los adultos que toman esto como un hobby. Lo único que tienen que hacer, es tener ganas y contar con el dinero


B.P.: ¿Los niños pueden aprender magia?


M.I.: no tomamos niños menores de 10 años. Mientras un niño crea en Papá Noel y Los Reyes Magos, no puede hacer magia. Si él cree en la fantasía, no lo puede hacer, porque cuando se descubren los trucos, hay un desencanto y hay que manejarlo. 


B.P.: ¿Cuántas clases reciben los alumnos?


M.I.: una clase semanal de dos horas, pero, además, al mes cuentan con tres clases más para recuperar o aprender temas. Reciben apuntes y entradas para ver los shows del Bar Mágico, que es otra forma de aprendizaje, y charlas magistrales. Realmente esto está pensado como una escuela que más allá del lucro, sentimos la necesidad de que la gente aprenda la magia con nuestro objetivo, que es del prestigio y del estudio. 


Un poco de historia 


B.P.: ¿Desde cuándo la magia se ha visto como un oficio?


M.I.: el primer libro de actos de la magia data de 1574, ‘Discovery of Wizard’, en Escocia. Y allí hay trucos que aún hoy se siguen haciendo. De ese libro sólo hay 20 ejemplares en el mundo, porque la mayoría fueron quemados por la inquisición. Cuenta la historia que un abogado presenció la quema de una niña de ocho años a la que consideraron bruja por saber magia. Entonces, decidió escribir un libro donde revelaba cómo eran los trucos y que de brujería no tenía nada. No importó. Los libros también terminaron en la hoguera.


B.P.: ¿Cómo son los shows de magia?


M.I.: los presentamos jueves, viernes y sábados en la noche. A las 9:00 p.m. se inicia en el salón de la magia de cerca. La gente ingresa, ve ese show, y luego pasa al central, se puede cenar y a las 10 arranca el espectáculo principal. Luego a las once continúa otra vez con la magia de cerca, es decir los trucos con cartas, generalmente. El mago de cerca que está siempre es Pablo Zanata, argentino, reconocido mundialmente y da congresos en varios países. Tiene unas manos privilegiadas para las cartas y cuenta, quizás, con la biblioteca de magia más grande del país. En realidad, su vida pasa por y a través de la magia.


B.P.: ¿Hay diferentes especialidades en la magia?


M.I.: en realidad hay tres direcciones que tienen que ver con la cantidad de público con que se cuente: la de cerca, la de salón y la de escenario. La de cerca son 10 a 30 personas por mucho. La de escenario puede ser miles de personas observando, y la de salón, como la de tu casamiento, el cumpleaños, con 80 a 100 personas. Pero hay categorías internacionalmente reconocidas, como: mentalismo, con naipes, con close up, o de cerca; parlor magic, que es la de escenarios; grandes ilusiones, como la de Copperfield; humorística, manipulación, una de las técnicas más difíciles, que es la de sacar las palomas, flores, monedas, de la nada. 


La magia es el arte de hacerte creer en el engaño. Hay un acuerdo tácito, entre el mago y el espectador. Se dice que me engañes, pero de forma tal, que me la crea. Y allí nace el arte, como en las películas, o la ficción. Yo hago aparecer la flor y vos no ves cómo apareció. El encanto es que tú no veas cómo salió, pero lo creas. 


B.P.: ¿Quiénes fueron o son los mejores magos del mundo?


M.I.: hay varias consideraciones a tener en cuenta, como en la técnica o el arte. Muchas veces, el más reconocido no es el mejor. Pero para mí, dos magos revolucionaron la historia de la magia en cuanto a su difusión: Harry Houdini y David Copperfield. Ellos le dieron el concepto de show bussiness que antes no tenía. Houdini era tan conocido porque se aparecía en las plazas y hacía trucos para invitar a la gente al teatro, No tenía televisión ni radio para promocionarse.


Y Copperfield hizo lo mismo, pero usando la televisión. A partir de él, surgen otros más, como David Blame y Cris Angel, que usan algunos trucos, pero de cámara y no de magia pura. Cuando Copperfield estuvo en Buenos Aires hizo 52 presentaciones en 15 días y recaudó cuatro millones de dólares, pero la gente llevaba cinco años viendo sus shows por TV. Y así con sus trucos como desaparecer la Estatua de La Libertad, en Nueva York, o atravesar la Muralla China. Luego está Juan Tamariz, que revolucionó todo el concepto de cartomagia. En Argentina, estaba de Fumanchú, que era inglés, se vestía de chino y vivía aquí. 


Pero el mejor de la localía es René Laband, que tiene una sola mano, vive en Tandil y tiene 76 años. Hace magia con naipes, con un solo brazo. Lo perdió a los 7 años. Viaja a Europa, y es un fenómeno como artista, y trabajó mucho en Colombia.


B.P.: ¿Cómo hacemos para que el mago que tenemos por dentro siga estando allí?


M.I.: en épocas donde se perdió la capacidad de asombro, a lo mejor meterse a un show de magia y disfrutarlo se puede recuperar. La magia es un escape de la realidad. Es una actividad artística, que ahora incursiona en la publicidad, o en los recitales, como los de Madona. 


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